Por Luis Klejzer
En marzo, las expectativas de Santiago eran “comenzar la
secundaria con todo nuevo” mientras que Mica estaba entusiasmada en “cerrar una
etapa que fue súper linda”.
Santiago, de primer año, empezó en pandemia. Recién salía
de la primaria y se imaginaba “yendo a la escuela con [sus] compañeros” y
cursar en presencialidad. Un concepto que aprendió como consecuencia del
aislamiento social que le impidió conocer eso que definió como “todo nuevo, escuela,
compañeros, profesores”.
Mica, de quinto, también hubiese preferido la
presencialidad “como lo años anteriores”. Para ella, a diferencia de Santiago, la
presencialidad en la escuela es una linda experiencia que llevaba cuatro años. De
repente le dijeron que el último año, el año que egresaba, se haría en forma
virtual. No sabía muy bien qué significaba. Creíamos que eran 40 días y aquí
estamos, escribiendo y chateando por internet.
Lxs profes les acabamos de mandar un video que hicimos
por el día del estudiante. Otro de tantos con los que intentamos mandarles
ánimo para que sigan adelante, un aliento para que no bajen los brazos y un
abrazo solidario para que no se sientan solxs en la virtualidad. Es un abrazo
para ellxs y un mimo para nosotrxs que también lo necesitamos.
Santiago dice que ya se acostumbró a trabajar así “pero
prefería la clase dictada por los profesores para poder preguntar lo que uno no
entiende”. Es cierto que el hombre y la mujer nos acostumbramos a todo, pero es
importante que un alumno exprese que hubiese preferido que el profesor le dicte
una clase, porque nos ubica en el lugar correcto. Sin saberlo (o si) nos ayuda
en nuestra batalla contra los neoliberales de la educación que pretenden reemplazar a lxs docentes con
plataformas prefabricadas por ONG´s financiadas por los EEUU o la Unión
Europea. Al mismo tiempo nos dice “que ahora puede hacerlo pero que es más complicado
por la tecnología”. Muchxs creen que lxs adolescentes son “nativos digitales” y
manejan la tecnología “mejor que los adultos” y por eso “se les hace más fácil
estudiar así”. Pero olvidan que la educación es mucho más que el depósito de
información en una tabla rasa. La educación es una relación social. Muchas
veces mediada, pero donde intervienen dos o más personas, dialécticamente,
donde todxs aprenden. Santiago, aún sin haber empezado el secundario en la
presencialidad, aprendió más que lxs sabelotodos de la educación, que piensan
que todo se resuelve poniendo pupitres en canchas de básquet.
Mica, en el mismo sentido y con la experiencia de haber
estudiado cuatro años en la presencialidad, también dice que “es complicado
estudiar en la virtualidad”. Ella pone el énfasis en la concentración y la
rutina. Mica también entendió todo, la escuela es concentración y rutina. Así,
a simple lectura, esas palabras son frías y negativas. Pero cuando salen de la
boca de una adolescente que fue mutilada de su último año de cursada tienen una
fuerza sublime. Además, le cierra la boca nuevamente a todos los neoliberales
de la educación que siempre encuentran el problema en los adolescentes. Para
ellos los chicos no leen, no saben escribir y engrosarán las estadísticas de lo
NI NI. Sin embargo, Mica les cierra la boca con conceptos que ella prefiere rescatar
en su educación pero que los funcionarios trajeados no cumplen en sus labores.
No es cierto que haya desconexión. Lxs profes estamos
cumpliendo una tarea muy importante. Hablamos por teléfono con nuestrxs
alumnxs, al menos, una vez cada 15 días y les mandamos trabajos prácticos cada
15 o 21 días. En mi caso, además, les grabo miniclases de 20 minutos. No es
cierto que la desconexión sea responsabilidad de docentes y estudiantes. La
desconexión es resultado de un sistema económico que profundiza la desigualdad
porque mercantiliza hasta el aire que respiramos. La pandemia no hizo otra cosa
que sacarlo a la superficie.
A pesar de todo, Santiago no pierde las expectativas que
tenía a principio de año. Pero entiende mejor que los funcionarios adultos que “hasta
que no exista una vacuna o alguna cura no volveremos a la escuela”. Santiago es
de los que entregó el 99% de los trabajos prácticos. Hablé con él todas las
semanas y, si no era con él, con la mamá que se involucró mucho. Y esto también
hay que decirlo. Se dice que lxs padres están cansados y necesitan de la
escuela para poder hacer “sus cosas”. Rara expresión en el siglo XXI donde las
políticas educativas siguen siendo pensadas en función de las relaciones
laborales de los adultos y no de lxs sujetxs para quien “trabajamos” en la
escuela. Santiago entiende que “aunque volvamos a la escuela no va a ser lo
mismo que antes”. Tiene razón, aunque, tal vez, por no haber cursado nunca el
secundario en la presencialidad, no sabe que “la escuela no va a ser lo mismo
que antes” significa que no había agua, jabón, calefacción, bancos, pizarrones
y muchas de las condiciones que llamaríamos decentes para estudiar. Ojalá que
cuando volvamos las escuelas estén en condiciones dignas para que lxs chicxs
estudien y lxs profes enseñemos. Pero escuchando a los funcionarios públicos,
me parece que la vuelta va a ser menos agradable de lo que pensamos.
Mica ya tiene la expectativa puesta en “arrancar la
facultad”. “Poder ir y que no se me dificulte adaptarme a ese ritmo de la
facultad”. Imaginemos cómo funciona la cabeza de Mica: su último año de
secundaria se le frustró y espera que no se le frustre el inicio de la facultad.
Ella cree que eso puede volver a pasarle. Espera que no. Pero ¿quién le puede
asegurar que no?
Quiero detenerme, nuevamente, en el eje del pensamiento
de Mica en relación con el sentido común del mediopelo argentino. Mica ya está
pensando en la facultad, a la que “no llegan los pobres” según la exgobernadora
María Eugenia Vidal. Pensar en la facultad es pensar, por lo menos, en los
próximos 10 años. Es pensar en su futuro, ese que los funcionarios hacen tanto
por ensombrecer. Mica planifica a pesar de la pandemia y a pesar de la
incertidumbre a la que la condenan los ideólogos de derecha. Esos que
endeudaron al país y que le dejaron tierra arrasada a Mica. Sin embargo, Mica y
muchxs de sus compañerxs de escuela piensan que el país se construye con más y
mejor participación política y democrática. Mica participó del centro de
estudiantes durante la mayor parte de su cursada. Militó la ESI, los DDHH, los
derechos de “les estudiantes”, como dicen ellxs. Sin dudas va a dejar su huella
en la escuela. La vamos a extrañar. Porque ya hizo por la educación mucho más
que algunos funcionarios de altos ingresos.
Quise expresarme a través de dos de mis alumnxs. Pero
pudieron ser todxs. Hoy es su día. Sus palabras son más importantes que las
mías. Me gustan lxs estudiantes porque son la levadura del pan que saldrá del
horno, como escribió Violeta Parra. Me interesaba contarles que la educación no
anda bien por culpa de los funcionarios ciegos y millonarios y no de lxs pibxs.
Acá abajo en la escuela pública, donde “caímos”, se vive, se estudia, se
trabaja, se come y se lucha por una vida digna. Enseñamos como podemos y aprenden
como pueden. Lxs profxs que estamos en la trinchera de la escuela pública
creemos en la educación como herramienta de transformación de la sociedad. Como
decía Paulo Freire “no cambiamos el mundo, cambiamos a las personas que van a
cambiar el mundo”. Si se suman a construir un mundo mejor, entonces nos
encontraremos en la calle.
En la presencialidad o en la virtualidad nosotrxs tenemos
el compromiso de enseñarles a nuestrxs alumnxs que la vida debe ser vivida,
gozada y luchada para que nadie se quede afuera. A Santiago lo invitamos a
sumarse a esa vida solidaria que significa estudiar en una escuela pública, esa
escuela democrática y participativa que le deja Mica. Porque, como aconsejaba
Rodolfo Walsh, no debemos permitir que las clases dominantes procuren que los
trabajadores no tengamos historia, ni doctrina ni héroes ni mártires. Santiago
y Mica son nuestrxs héroes en esta batalla contra la ignorancia de los
funcionarios. Lxs profes somos esa cadena de transmisión entre las luchas
anteriores y las de ahora para que no tengan que empezar nuevamente y podamos
acumular esa experiencia colectiva histórica que nos permitirá, más temprano
que tarde, vivir en un país lleno de primaveras.