Silvio Rodríguez
Más que educar, me gusta hablar de proceso dialéctico de enseñar y aprender. Un proceso donde intervienen al menos dos actorxs: docente y estudiante. Aunque nosotrxs creemos que no existen roles fijos, más bien creemos que todxs enseñamos y aprendemos algo.
El tercer elemento es el espacio físico donde se concrete: se puede dar en cualquier lugar mientras haya voluntad de hacerlo. Ya nos enseñaron los anarquistas de principio del siglo XX que armaron bukers educativos debajo de las panaderías. Pero creo indispensable un encuentro físico donde se reúnan lxs actores de ese proceso.
El cuarto elemento constitutivo es el contenido. Sin el encuentro, el contenido queda unidireccional y eso tampoco es lo deseable.
Con todo, en esta situación excepcional de cuarentena, la educación ha quedado presa de las improvisaciones, producto de las presiones políticas, mediáticas y sociales de una derecha que no admite reflexiones. La primera improvisación fue: seguimos educando. Poco tiempo después llegaron las primeras conclusiones. No fueron buenas. Pues bien, algunxs seguirán educando, pero otrxs ni enseñan ni aprenden.
En ese sentido, nos permitimos unas primeras reflexiones, algunas recomendaciones y cambios de estrategias. En primer lugar, las y los docentes no enseñan. Sí es cierto que piensan, redactan trabajos prácticos, mandan mails, los reciben y los corrigen. Después pasa al segundo trabajo práctico y así semana tras semana, curso por curso. Pero ¿es eso enseñar? En segundo lugar, las y los estudiantes no aprenden. Sí es cierto que reciben el trabajo práctico, lo piensan, lo completan, lo mandan, reciben las correcciones y los archivan. Después, esperan el próximo trabajo. Así semana tras semana, materia tras materia. Pero ¿es eso aprender? En tercer lugar, el espacio físico del encuentro está cerrado. Pero tampoco podemos encontrarnos en otro lugar físico porque hay “aislamiento social”. Entonces,las y los docentes no miran a los ojos de sus estudiantes y estos no preguntan. Las y los docentes no responden y las y los estudiantes no reafirman. No hay encuentro. Hay aislamiento. Entonces: Lo virtual ¿es un encuentro?
Hemos superado la idea de que hacer trabajos prácticos significan aprender. Y, creo también, que hemos superado la idea de que hablar durante horas signifique enseñar. Pero ¿hemos superado la idea de que sin encontrarnos se puede dar ese proceso de enseñanza-aprendizaje?
Imaginemos la siguiente situación:
Un profesor de historia repasa el programa. Piensa una tarea. Busca la página del manual y obtiene una captura de pantalla. Arma el pdf, adjunta la imagen y manda la tarea por e-mail. Esa información sube a la nube. Está quieta ahí hasta que el estudiante la agarra. La descarga. La piensa, la completa y la manda por mail. Otra vez a la nube hasta que la agarra el profe, la descarga, la corrige y manda la corrección a la nube. El estudiante la baja y la lee. Y es feliz con su nota.¿Esto es enseñar? ¿Esto es aprender? ¿Seguimos educando?
El no-encuentro es, para mí, la peor de las consecuencias de la pandemia. El aislamiento social. El no-encuentro atenta contra el proceso de enseñanza y aprendizaje.
A mis estudiantes siempre les leo una parte del libro “Cartas a quien pretende enseñar” de Paulo Freire:
“De hablarle al educando a hablarle a él y con él; de oír al educando a ser oído por él” (…) Del momento en que le hablamos al educando al momento en que hablamos con él; o:de la necesidad de hablarle al educando a la necesidad de hablar con él; o aún: es importante que vivamos la experiencia equilibrada y armoniosa entre hablarle al educando y hablar con él” (Freire, Paulo. Cartas a quien pretende aprender. Ed. Siglo XXI. Pag. 107).
Estamos en una etapa excepcional, nadie tiene la culpa. Y también sabemos/creemos que esto va a pasar. Pero no estaríamos haciendo bien nuestro trabajo si no reflexionamos sobre nuestra práctica, no sólo para mejorar, sino, también para dejar por escrito las enseñanzas que dejan estas experiencias. Entonces, me atrevo a decir que lo más angustiante para un docente es el no-encuentro, porque no podemos hacer eso que dice Freire: hablar con nuestrxs estudiantes. Mandar un mensaje no es hablar. Recibir un mensaje no es una respuesta. No hay ida y vuelta. No hay intercambio. No hay diálogo. No podemos pasar del hablarle a lxs estudiantes, a hablar con lxs estudiantes. Menos podemos pasar del oírlos, a ser oídos por ellxs. Este juego de palabras es el proceso dialéctico que se pone en juego cuando unx docente entra al aula. Ese encuentro no está. Por lo tanto, el proceso de enseñanza y aprendizaje no se produce. Fue reemplazado, hoy, por una comunicación con dilait a través de las redes (que a su vez está mediada por la iniciativa privada) que a su vez, profundiza la desigualdad.
Esta falta de encuentro tiene consecuencias desastrosas en la tarea y el ánimo de lxs docentes. La falta de comunicación, el ida y vuelta; el no poder verles la cara a nuestrxs estudiantes cuando les hablamos, el no poder escuchar sus preguntas nos hace desconfiar de la eficacia de nuestra tarea.
Esa desconfianza por lo que hacemos produce desazón, la desazón genera desesperanza y la desesperanza, como dice Freire, “nos inmoviliza y nos hace sucumbir al fatalismo en que no es posible reunir las fuerzas indispensables para el embate recreador del mundo” (Freire, Paulo. Pedagogía de la esperanza. Ed. Siglo XXI. Pag. 24). Una suerte de círculo vicioso donde nos caemos todxs.
Llamo a lxs docentes a no bajar los brazos. La educación es acción creadora, consciente y permanente. Me gustaría que no caigamos en la desesperanza en la educación. Debemos cambiar el mundo y lo vamos a hacer con la arcilla fundamental que es la juventud. Pibxs ávidos por conocer y transformar el mundo. Debemos mostrarles que la barbarie en la que vivimos no fue siempre así y, por lo tanto, puede ser cambiada. Para eso necesitamos del encuentro entre docentes y de docentes y estudiantes. Del encuentro de toda la comunidad educativa.
Debemos organizar esos encuentros. Sin romper la cuarentena. La idea es impedir que el aislamiento físico se transforme en abandono. Llamemos a nuestrxs alumnxs. Hablemos con nuestrxs colegas. No es tiempo de caerse, es tiempo de resistir.Como lo hacemos todos los días dando clase en las condiciones tan adversas que otrxs llaman normalidad.
Ya vendrá el reconocimiento material o moral. O pelearemos por ello. No les demos la posibilidad de avanzar a aquellos que quieren destruir la educación pública hace años. Seamos optimistas y transformemos nuestra voluntad en propuesta concreta y creadora.