INTRODUCCIÓN
Esta monografía se centrará en analizar
las formas en que la memoria ha sabido manifestarse y actuar en torno a la
dictadura militar que se inició el 24 de Marzo de 1976 en la Argentina.
A través de Tzvetan Todorov y la
distinción que, en su libro Los abusos de la memoria, hace entre un
“buen uso” de la misma y el “mal uso” que también puede implicar, nos
proponemos indagar en el caso concreto que atañe a la memoria de la dictadura
militar vivida en la Argentina entre los años 1976 y 1983. Todorov reflexiona y
teoriza sobre dos formas en que la memoria puede ser enfocada por los afectados
de un gran trauma[1]:
Por un lado, sostiene, puede aparecer como una reminiscencia de tipo literal
que conduce a la repetición y a una conmemoración obsesiva y estéril en cuyo
seno el presente queda irremediablemente sometido al pasado. Por el otro, ese
pasado, se puede convertir en memoria ejemplar que lleva al sujeto y a
la comunidad a “aprender” de la tragedia estableciendo analogías que puedan
repercutir positivamente en el presente y que al mismo tiempo hagan posible el
duelo y la neutralización del dolor. En la memoria literal, explica, aparece
una contigüidad entre el trauma y el acto que no puede generar nada nuevo. La
memoria ejemplar, en cambio, reemplaza la reproducción textual por la
variación. La semejanza con el pasado abre caminos a soluciones para el
presente y el futuro. Por ello, además de incidir benignamente en el hoy, la
memoria ejemplar libera, según Todorov, al afectado del trauma.
Partiendo de este interesante modelo,
pretendemos escudriñar en la heterogénea trama que conforma la memoria
vinculada al terrorismo de Estado de la última dictadura y operar una
reformulación del trabajo de Todorov. Este prestigioso autor postula dos tipos
de memorias que son excluyentes entre sí. Creemos que tal vez no sea lo más
apropiado pensar en términos absolutos esta cuestión ni tampoco negarle a las
víctimas el derecho a sobrellevar su dolor como mejor puedan. En la misma
dirección, no concebimos como incompatible una conmemoración recurrente o
literal y el trazado de analogías que ayuden a combatir injusticias en el
presente. No todo es blanco o negro, bueno o malo; de hecho es el gris el que
impera. En el siguiente trabajo nos proponemos demostrar que ambas memorias
pueden confluir en un mismo individuo o colectivo.
Aclarado esto, es uno de los objetivos de
este escrito mostrar cómo se han dado, con relación a la memoria de la última
dictadura militar , múltiples casos en los cuales tanto la memoria literal como
la ejemplar han sido parte de un mismo proceso dentro del cual se entremezclan.
Para ello
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hemos
escogido algunos “emprendedores de la memoria” que usaremos como objetos de
estudio y que nos servirán de sustento para mostrar que, aun con anclaje en el
pasado, se ha hecho, en lineas generales, un “uso útil” (si cabe la expresión)
y constructivo de la herida abierta hace más de treinta años en el país. No sin
controversias ni diferencias ideológicas, asociaciones de derechos humanos,
personajes de la cultura y, en ocasiones, hasta el mismo Estado han contribuido
( y lo siguen haciendo) a cristalizar este fenómeno dual en el cual el pasado,
lejos de estrangular al presente, se convierte en principio transformador del
hoy. Conviven, entonces, (e interactúan) el “yo” pretérito y el “otro”[2] actual en
un mismo sujeto (individual o colectivo).
A los efectos de legitimar nuestra
hipótesis nos apoyaremos en el gran valor documental y conceptual del libro No
habrá flores en la tumba del pasado, de Ludmila da Silva Catela[3]. En él,
hemos encontrado ejemplos del accionar de diferentes organizaciones
“familiares” de derechos humanos, como Madres y Abuelas de plaza de Mayo e
H.I.J.O.S, que dan cuenta de una tendencia que amalgama el homenaje privado y
la acción en la esfera pública. Veremos cómo estos colectivos buscan (y
encuentran) modos alternativos de producir justicia y verdad y de sembrar
conciencia involucrando a la sociedad. Esta dinámica comporta una presión que
se ha traducido, en muchos casos, en procesos jurídicos que a su vez han
aleccionado a la sociedad emancipándola frente a potenciales situaciones
semejantes a las vividas durante la última dictadura militar.
En primer lugar daremos comienzo a
nuestra indagación de emprendimientos de la memoria y lo haremos con el
análisis de las exposiciones que organismos de derechos humanos han llevado
adelante. En este punto se mostrará la forma en que dichas muestras
interactuaron con la sociedad.
En segundo lugar pondremos el foco en las
acciones judiciales que, desde la presión de agrupaciones de derechos humanos,
han logrado poner en marcha dispositivos para juzgar y condenar a apropiadores
de bebes y para comenzar los Juicios por la verdad.
En tercer término nos ocuparemos de dar
cuenta de como la asociación H.I.J.O.S fue desarrollando una nueva modalidad de
protesta que terminó involucrando a no pocos sectores de la población y que
obtuvo, además, resultados positivos y palpables para el hoy: se trata del Escrache.
En cuarto lugar expondremos el último
tipo de emprendimiento de la memoria que hemos estudiado. Nos estamos
refiriendo al uso del soporte web en la lucha y socialización de las
reivindicaciones respecto a la represión.
Hacia el final de este trabajo,
incluiremos algunas reflexiones finales relativas a los temas tratados e
intentaremos reafirmar y sintetizar las hipótesis planteadas a lo largo de la
monografía.
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Procederemos, entonces, a echar mano a
algunos de los pasajes que el libro de Ludmila da Silva nos proporciona para
intentar mostrar y demostrar como la memoria se manifiesta simultáneamente en
los dos modos propuestos por Todorov ( literal y ejemplar ). Uno no excluye al
otro si no que están imbricados y se retroalimentan.
MUESTRAS Y EXPOSICIONES[4]
En 1997 la agrupación Madres de plaza
de Mayo-linea fundadora organizó la exposición por la identidad del
detenido-desaparecido. En ella, los familiares aportaban elementos
biográficos de las víctimas tales como fotografías, cartas, documentos, cosas
de la escuela u objetos personales. Panel tras panel se iba contando la
historia de esa persona hasta el momento en que, violentamente, la desaparición
la dejaba trunca. Esta iniciativa se propuso como un diálogo con la sociedad en
el cual se buscó hacer visible la vida cotidiana detrás de cada desaparecido:
sus sueños, anhelos y proyectos. Aparecía también retratada la faceta militante
y comprometida en la sección Compañeros. Fue, sin duda, un intento por
romper con la imagen estereotipada del subversivo enemigo de la nación
construida desde la cúpula del gobierno militar y que aun hoy es evocada desde
los sectores más reaccionarios. En tanto estaba orientada a todo el público,
constituyó una invitación a la sociedad para involucrarse con el dolor de
aquellos familiares de desaparecidos que perdieron un hijo, una hermana,
alguien cercano e importante, alguien querido. Este tipo de exposiciones tienen
un gran peso emocional y han propendido a la sensibilización y consecuente
compromiso de una parte importante de la población. A modo ilustrativo
incluimos, aquí, una parte ínfima de esa muestra: la carta[5] que Rómulo
Giuffra, militante montonero detenido y desaparecido en Febrero del 77,
escribió a Sonia, su mujer: “Si alguno de los dos tiene que morir, quiero
ser yo quien muera y vos quien quede viva. No te quedes llorando, seguí en la
lucha. No llores por mi, que importa mi vida, si hay gente que se muere de
hambre. Pensá que nosotros elegimos esta vida y, con ella, el riesgo de la
muerte”.
No se pretende en este escrito hacer
apología a una postura política en particular. Hay, por supuesto, una
ideología, que seguramente subyace en este texto, pero la intención del mismo
es la de partir de la premisa de que, al margen de nuestra posición respecto de
la militancia política, intelectual o sindical del período estudiado, el plan
sistemático de implantar un terrorismo estatal basado en la desaparición de
seres humanos es un hecho que de ningún modo podemos repetir. Una
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fatalidad
de la historia que, como dijera Pilar Calveiro[6], nos obliga
a preguntar a la sociedad. Esta trama social es la que, desde la memoria de organismos de derechos humanos, está
siendo preguntada. El Nunca más de la Conadep renueva sus fuerzas y
energías con este ejercicio de la memoria, con esta búsqueda del diálogo. Es,
o mejor dicho son, oportunidades que
tenemos de involucrarnos con ese pasado doloroso que, aunque no nos toque en lo
personal, sí lo hace en lo civil, en lo humano como especie y en lo social y
político. Una sociedad implicada es una sociedad que ante una situación análoga
a la del golpe de 1976 tendrá, probablemente, otra capacidad de respuesta. Esta
analogía nos remite unívocamente a la cara más amable del modelo propuesto por
Todorov: la memoria ejemplar a la que considera incompatible con la memoria
literal. Esta incompatibilidad, referida a que ambas dos no pueden coexistir en
un mismo tiempo y sujeto, es la que se viene a cuestionar en esta monografía. Consideramos
que la memoria ejemplar, tan ponderada por el autor antes citado, apoya sus
espaldas sobre la memoria literal en no pocas ocasiones. Por eso no podemos
considerarla estéril ni tampoco aceptar que bajo su influjo el presente quede
sometido al pasado. Hay, más bien, una interacción entre ese recordar y la
operación sobre el hoy. Reconocemos que la propuesta de Todorov es interesante
pero nos parece desacertado separar, sin más, estos dos usos de la memoria.
Puede existir un uso literal del pasado pero en tanto esté en interacción con
el cuerpo social servirá para sembrar en él una “enseñanza”[7] oportuna y
forjadora de un horizonte de expectativa en el cual las atrocidades del pasado
no tengan cabida.
JUSTICIA[8]
Nos referiremos ahora a las acciones
legales tomadas por la justicia como resultado del accionar incansable de
diversos organismos de derechos humanos. Es esta, otra forma de repercutir
sobre el tiempo presente con, si se quiere, la “bronca” del pasado. Estas
asociaciones recibieron un duro golpe con los perdones que desde el Estado se otorgó a genocidas, torturadores y
otros represores. Primero fueron las leyes de punto final y de obediencia
de vida promovidas desde la administración de Raúl Alfonsín. Después, en la
década de los noventa con Carlos Saul Menem, llegaron los indultos a diestra y
siniestra, que para dar una noción de su alcance, significaron la liberación de
una de las cabezas del régimen: Jorge Rafael Videla. La indignación llegó a
niveles inusitados
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debido
al contraste entre una sensación inicial de un verdadero estado de derecho que
castigaba a los responsables del aparato desaparecedor y los perdones
posteriores.
En este sentido creemos oportuno hacer un
inciso para referirnos a los posibles abusos de la memoria denunciados por
Todorov[9]. Estos se
materializan en el afán de los afectados por obtener ciertos privilegios a
partir de su condición de víctimas. Teniendo en cuenta las fuentes que hemos
trabajado, consideramos que estos colectivos destinaron su energía, ante todo,
a reclamar justicia y a dignificar a sus parientes desaparecidos. Nos detuvimos
en este punto porque, realmente, si hubo privilegiados en esta cuestión, esos
fueron los militares beneficiarios de los perdones concedidos desde el Estado
en las décadas de los 80's y 90's.
Pero volviendo al tema que nos ocupa, nos
parece digno de relatar cómo, en 1997, un grupo de cinco Abuelas encontraron
fisuras en las leyes de perdón: estas no incluían entre sus beneficiados a
aquellos implicados en la sustracción y apropiación de bebés. Así fue que, con
sus abogados, iniciaron una causa que denunciaba tres variantes de esta
práctica. El juez Bagnasco llevó adelante el litigio y en dos años varios
represores fueron a la cárcel. “No hablamos de venganza ni de revancha.
Estamos satisfechas de que se haga justicia”. Así se pronunció una de las
abuelas.
Este fue el puntapié inicial a una serie
de causas posteriores. Cabe preguntarse qué hubiera pasado si esas mujeres no
se hubieran abocado con tanto ímpetu en su búsqueda de justicia. No lo sabemos,
pero muy probablemente el resto de la sociedad no se hubiera movilizado del
mismo modo. No obstante, este trabajo no se construye sobre suposiciones, por
ende, vamos a otorgar el derecho de la duda. Lo que importa aquí es la forma en
que las Abuelas supieron “producir” justicia y sentar un precedente que se
instaló en la historia jurídica del país fomentando futuras instancias legales.
Algo muy parecido ocurrió con los Juicios
por la verdad. En la segunda mitad de la década de los 90 hubo una serie de
Juicios internacionales sobre violaciones
cometidas por la última dictadura militar contra ciudadanos europeos. En
estos juicios quedó visible una cláusula del derecho internacional, para
crímenes de lesa humanidad, que exhortaba a hacer valer el derecho de las
victimas a conocer la verdad relativa al como, cuando, donde y en que
circunstancias fue perpetrado el crimen. Una vez más, los parientes de
desaparecidos, motorizaron los mecanismos mediante los cuales se logró, en
1998, la sanción de una ley que, fiel a los tratados internacionales, obligaba
a hacer valer el derecho a la verdad. El protocolo legal utilizado fue ( y es)
la audiencia pública. En esta se llama a declarar a sobrevivientes, familiares
y amigos de la víctima, militares, médicos, parteras, sepultureros etc. Si bien
la corte debe limitarse a arrojar luz sobre las circunstancias de la
desaparición de un detenido y no puede ejecutar un fallo condenatorio a los
represores (salvo por
6
apropiación
de bebes y/o por robo), hay en estas audiencias, una suerte de justicia de tipo
simbólico: los desaparecedores salen, forzosamente, del anonimato y sus
rostros, nombres y prontuario quedan a la vista de compañeros de trabajo,
vecinos y ciudadanos. Nuevamente aparece la metáfora “pedagógica” de Todorov
encarnada en las luchas por la justicia de estos emprendedores de la memoria.
Hay en su accionar algo que lo excede, que va más allá del objetivo concreto de
señalar con el dedo a un represor. De estas vías emana un “saber” más universal
que tiene que ver con la emancipación de una sociedad heredera de su terrible
pasado.
En el artículo de Elizabeth Jelin
titulado ¿Víctimas, familiares o ciudadanos/as? Las luchas por la
legitimidad de la palabra. La autora denuncia el hecho de que la memoria en
la Argentina parece ser exclusiva[10] de las
víctimas y familiares de las mismas ya que, son estas, las que, aunque sin
intención, “monopolizan” dicho ejercicio en detrimento del resto de la
sociedad. Jelin pasa este cuadro por el tamiz de Todorov y concluye que al
tratarse de una memoria no inclusiva deviene inevitablemente, además, en
literal[11]. Es decir,
enfrascada en sí misma y sin efectos benignos para el hoy.
Aunque el análisis general de Jelín nos
parece muy coherente, no creemos que los organismos de derechos humanos de
corte familiar hayan propiciado la exclusividad. Vemos, en cambio, que han ido
dirigiendo sus actividades hacia la población y que en mayor o menor medida han
calado y dejado su impronta en la sociedad provocando cambios positivos que
tienen que ver, entre otras cosas, con la toma de conciencia respecto a un
pasado deleznable y con la consecuente proyección a futuro en potenciales
situaciones semejantes a dicho pasado. Entendemos que, precisamente, esta
inclusión (sujeta, claro está, al grado de respuesta de la sociedad) es la que
articula la dimensión ejemplar negada por Jelin. Al menos una parte del cuerpo
social responde a estas consignas incorporándose a “La memoria”.
ESCRACHES[12]
Siguiendo
en nuestra indagación nos centraremos ahora en una práctica de H.I.J.O.S que ha
sido muy polemizada: Los Escraches. La agrupación nace allá por 1995 y
sus siglas responden a Hijos por la Identidad, la Justicia contra el Olvido
y el Silencio. Inicialmente se abocaron a indagar en la
7
historia
de sus padres desaparecidos para conocer su pasado militante que estaba velado
o sesgado por los relatos de sus familiares. La idea era conocer sus causas y
reivindicarlas estableciendo un puente entre el pasado y el presente. En esa
linea fue que hicieron suyas las luchas de su padres: Aunque ya no estuviera el
régimen dictatorial, la economía neoliberal de la democracia de los años
noventa, y sus fatales consecuencias a nivel social, eran una continuación de
aquellos tiempos pasados que era preciso combatir junto a los nuevos actores
populares (piqueteros y otras asociaciones). La asociación H.I.J.O.S lucha por
la condena social de las leyes de Punto final, Obediencia debida e Indultos del
menemismo. Los escraches forman parte de
esta condena y su rol principal es el de reemplazar la ausencia de Justicia
Institucional, que se da en muchos casos concretos de represores libres, con
instancias de justicia alternativas que apuntan a que la comunidad los pueda ver
e identificar. Que sepan quiénes son y qué es lo que hicieron. Despojarlos del
cómodo anonimato y enfrentarlos con la sociedad. Si por la vía legal no han ido
a la cárcel, convertir al país en una gran prisión que los “condene”.
Este colectivo -junto con Madres, Abuelas
y otras asociaciones de familiares de desaparecidos- luchó también por conocer
la historia personal de sus parientes y el modo y sitio en que fueron
“desaparecidos”. En este punto fue, lógicamente, central el seguimiento de los juicios
por la verdad.
Hablemos ahora de la que fue, sin duda,
la práctica más característica de la asociación H.I.J.O.S: El escrache. Este
fue tomando forma sobre la marcha y, con mucho debate en el medio, se llegó a
variantes más integradoras para desarrollarlo. Al principio se jugaba más con
el “efecto sorpresa”: Se planeaba escrachar a alguien y simplemente iban a la
casa y, con carteles, graffitis, gritos y cantos se repudiaba públicamente al
individuo. Con el tiempo comprendieron que era necesario involucrar a la
sociedad con lo que estaban haciendo. A esos efectos, los escraches comenzaron
a anunciarse días antes por distintos medios de comunicación con el propósito
de dejar abierta la participación espontanea de otros sectores ajenos a la
organización así como para maximizar la onda expansiva del evento. Con los
vecinos se fomentó la participación realizando reuniones en el barrio previas
al escrache en sí. La idea era explicarles lo que iban a hacer y el significado
que tenía. Se estimuló y se logró, por estas vías y en contra de los peores
pronósticos, la implicación de la gente a nivel país pero también a nivel
barrial. En el siguiente discurso de H.I.J.O.S
se puede apreciar el espíritu integrador y universal de su actividad: “Porque
los derechos humanos no son ni de las Madres, ni de las Abuelas, ni de los
Hijos, ni de nadie en particular, son de todos. Porque a todos nos privaron de
una generación y a todos nos obligan a convivir con sus asesinos (…) Porque
estas democracias y sus representantes no han demostrado tener la voluntad
necesaria para juzgar el terrorismo de Estado y sus responsables”.
Mediante los escraches se logró, por
ejemplo, que ex-represores cuyo despido había sido ya
8
solicitado
pero no atendido, fueran finalmente destituidos de sus cargos. El reclamo
popular en toda su dimensión es más difícil de ser desoído que una carta o una
queja oral individual. El valor a nivel sociedad presente es incalculable más
allá de los rencores del pasado en la medida en que se produce, por un lado,
una toma de conciencia respecto de las terribles violaciones a los derechos
humanos que acontecieron en Argentina hace más de treinta años y por el otro,
la purga laboral que separa de sus cargos a ex-represores responsables de
muchos de los males de nuestro tiempo (gatillo fácil, atentado a la AMIA,
desapariciones en plena democracia, violencia policial etc).
Se ha dicho que el escrache es un claro
caso de memoria literal argumentando que hay en él un ensañamiento contra un
“responsable” del padecer de una víctima o familiar de víctima. En este trabajo
no venimos a negar esta afirmación, es probable que así sea. Pero lo que no
podemos aceptar es que en ese ensañamiento literal no haya, al mismo tiempo, un
uso ejemplar de la memoria. Como hemos observado, esta performance de protesta
insta a la sociedad a sumarse y a condenar a los genocidas. Esto, además de
instalar un “exemplum”[13] al nivel
de la ciudadanía, hace posible la separación de ex-desaparecedores de sus
puestos de trabajo en donde, en muchos casos, reproducían la lógica represiva.
PÁGINAS WEBS[14]
La militante Margarita Macabe, fundadora
de Derechos Human Rights, vislumbró en los medios digitales una vía
dinámica para mantener viva la memoria rindiendo tributo a las víctimas del
horror. Con ese propósito, creó el Muro de la memoria (www.desaparecidos.org) que cuenta con
650 fotos de desaparecidos e información de los mismos. En 1998. a través del proyecto
desaparecidos y equipo Nizkor, pertenecientes a la misma web,
Javier descubrió la foto de su supuesto padre en la sección represores
del proyecto desaparecidos. Se puso en contacto con Abuelas y,
tras las pruebas de ADN, se confirmó que era hijo de desaparecidos. Su abuela
biológica, Cecilia Viñas, recuperó a su nieto quien pudo saber, finalmente,
quiénes eran sus padres y el modo en que fue apropiado. El caso tuvo gran
repercusión y la página ganó el reconocimiento público.
He aquí una forma mediante la cual la
memoria repercute en el presente como generadora de Justicia. Este solo hecho,
multiplicado por los más de cien nietos recuperados hasta la fecha por Abuelas,
valida el accionar supuestamente literal de las asociaciones de derechos
humanos en la Argentina. Si cabe apoyarnos en esta categorización de la
memoria, se debe asumir que, en este caso (como en muchos otros), hay una
coexistencia de memoria literal (la reincidencia en el pasado)
9
y
memoria ejemplar ( la justicia en el presente, el ejemplo pedagógico ante la sociedad
).
REFLEXIONES FINALES Y CONCLUSIONES
Es bastante lógico que los seres más
cercanos a las víctimas sean los que encabecen estas iniciativas de la memoria
pero eso no es equivalente a decir que proclamen la exclusividad en esa lucha.
Muy por el contrario, en sus interpelaciones a la sociedad reciben el aporte y
compromiso de personas con inquietudes sociales y políticas que no
necesariamente tienen parientes afectados por el dispositivo desaparecedor de
la última dictadura. La sociedad tiene en su conciencia ética la decisión de
participar o no de estos colectivos o de otros. Las injusticias se manifiestan
en muchos órdenes y cualquiera de ellos merece el compromiso social ya que toda
lucha es legítima. Batallar para lograr el procesamiento de un militar que
participó en la desaparición de personas es tan ejemplar como fundar un comedor
infantil en un barrio carenciado. Ambas luchas tienen un impacto positivo en la
sociedad y se proyectan hacia un futuro más esperanzador. El problema, entendemos,
reside en que, en la acción de Madres, Abuelas o H.I.J.O.S, hay un componente
ideológico que no deja indiferente al individuo social y que puede, en
ocasiones, despertar rechazos relativos a la subjetividad política de los
sujetos. En este sentido un comedor infantil proyecta una imagen mucho más
“comprable” en tanto y en cuanto es políticamente más neutra.
El tema ideológico aparece, a nuestro
entender, en el trabajo de Todorov. Este denuncia la no colaboración de algunos
prisioneros judíos para condenar los campos del régimen soviético[15]. Para este
autor, su afiliación al partido comunista es la culpable de que no practiquen
una memoria ejemplar: sacar de lo padecido en los campos nazis un aprendizaje
útil para frenar las atrocidades en la U.R.S.S. Stalinista.
Creemos que esta aspiración de que la
memoria se exprese de tal o cual forma no puede convertirse en un imperativo
cuya obediencia se traduzca en uso ejemplar y cuya desobediencia lo haga en la
forma literal. Nos parece muy desafortunado por que consideramos que estos
emprendedores ya tienen bastante con lo que les ha caído encima como para,
además, estar rindiendo un examen de comportamiento ejemplar (o no).
Simplemente van viviendo sus procesos internos en paralelo con sus luchas y en
esa sumatoria se entremezclan la bronca y la esperanza, el odio y el amor, la
pena y la alegría: en definitiva el pasado traumático y el presente/futuro
liberadores. Ese proceso dual es el que conduce a un accionar también dual.
Efectivamente el escrache, para poner un ejemplo, es un acto que contiene odio
y rencores, pero contiene también una voluntad de invitar a la gente, de
involucrarla en la condena popular, de producir otra justicia no
10
institucional,
de producir verdad, de crear una sociedad que, en base a nuevos valores, no
esté dispuesta a dejarse doblegar por el primer tirano que así lo deseare. Hay
mucho más que odio, el tema es si se está dispuesto a mirar más allá o no. A
veces (no siempre por fortuna), el ser humano decide no mirar y lo hace en
nombre de unos “principios ideológicos”.
Llegados a este punto se nos hace muy
difícil mantener intacta la teoría de que la memoria o es literal o es
ejemplar. Hemos demostrado a través de este trabajo que ambas formas de memoria
pueden manifestarse simultáneamente en un mismo acto. Siempre estará presente
la queja, el dolor, la bronca... pero, por suerte, siempre estará la esperanza
de poder construir un lugar mejor para los que vengan después. La esperanza
define mejor que nada la idea de memoria ejemplar en tanto y en cuanto se
proyecta hacia el futuro. Hemos visto que un aspecto clave para la articulación
de un cambio positivo en el presente y el futuro, es decir para un horizonte de
expectativa, es el pasaje de la esfera privada a la esfera pública. Cruzar ese
umbral abre la posibilidad de compartir el dolor de uno con el de los demás y
convertir la lucha en una sola que comprometa a toda la sociedad. Eso no mitiga
las broncas hacia el pasado pero sí las convierte en el vehículo de algo transformador.
Justicia y política se han desarrollado,
a través de diferentes asociaciones “familiares” de derechos humanos, por vías
alternativas, informales, no institucionales (y también institucionales). Estas
acciones hablan a toda la sociedad y operan un pasaje de idas y vueltas
constantes desde la vida privada de familiares de desaparecidos hasta la vida
pública. Lejos de motorizar venganzas irracionales, surgen, en cambio,
propuestas artísticas, actos o escraches que buscan otra forma de justicia
orientada a cubrir vacíos u olvidos de la Justicia oficial. Hijos o abuelas
encuentran en recordar y traer el debate a la arena social y política, un medio
y un fin al mismo tiempo. “La memoria es fundamental en la no repetición de
los crímenes”[16].
Esta frase de Margarita Lacabe tira por tierra la posibilidad de una memoria
por la memoria en sí misma. Entre sus funciones, además de recordar a las
víctimas, está la construcción de una perspectiva de futuro que no contempla
volver a una situación semejante a la vivida durante el régimen de represión
estatal acontecido entre 1976 y 1983 en la Argentina. La memoria nunca es vana,
la memoria no es estéril, implica una articulación del pasado con el presente
y el futuro.
11
BIBLIOGRAFÍA
Calveiro, Pilar (1995), Poder y desaparición. Buenos Aires, Colihue.
Crenzel, Emilio (coord.) (2010), Los
desaparecidos en la Argentina. Memorias, representaciones e ideas: 1983-2008. Buenos
Aires, Biblos. Capítulo de Jelin, Elizabeth (2010), ¿Víctimas,
familiares o ciudadanos/as? Las luchas por la legitimidad de la palabra.
Da Silva Catela, Ludmila (2009), No habrá
flores en la tumba del pasado. La experiencia de reconstrucción del mundo de
familiares de desaparecidos, La Plata, Al Margen.
Todorov, Tzvetan (2000), Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidós.
[3] Da Silva Catela, Ludmila (2009), No habrá flores en
la tumba del pasado. La experiencia de reconstrucción del mundo de familiares
de desaparecidos, La Plata, Al Margen.
[6] Calveiro, Pilar
(1995), Poder y desaparición. Buenos Aires, Colihue.
[7] Todorov, Tzvetan
(2000), Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidos. Pag 31. Todorov
atribuye a la memoria ejemplar la virtud de producir un exemplum, una
enseñanza o una lección.
[10] Crenzel, Emilio (coord.) (2010), Los desaparecidos en
la Argentina. Memorias, representaciones e ideas: 1983-2008. Buenos Aires,
Biblos. Capítulo de Jelin, Elizabeth (2010), ¿Víctimas, familiares o
ciudadanos/as? Las luchas por la legitimidad de la palabra.Pags 228;247.
[13] Todorov, Tzvetan
(2000), Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidos. Pag 31. Todorov
atribuye a la memoria ejemplar la virtud de producir un exemplum, una
enseñanza o una lección.
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