lunes, 26 de agosto de 2013

MEMORIA. REPETICIÓN Y CAMBIO

INTRODUCCIÓN

       Esta monografía se centrará en analizar las formas en que la memoria ha sabido manifestarse y actuar en torno a la dictadura militar que se inició el 24 de Marzo de 1976 en la Argentina.
      A través de Tzvetan Todorov y la distinción que, en su libro Los abusos de la memoria, hace entre un “buen uso” de la misma y el “mal uso” que también puede implicar, nos proponemos indagar en el caso concreto que atañe a la memoria de la dictadura militar vivida en la Argentina entre los años 1976 y 1983. Todorov reflexiona y teoriza sobre dos formas en que la memoria puede ser enfocada por los afectados de un gran trauma[1]: Por un lado, sostiene, puede aparecer como una reminiscencia de tipo literal que conduce a la repetición y a una conmemoración obsesiva y estéril en cuyo seno el presente queda irremediablemente sometido al pasado. Por el otro, ese pasado, se puede convertir en memoria ejemplar que lleva al sujeto y a la comunidad a “aprender” de la tragedia estableciendo analogías que puedan repercutir positivamente en el presente y que al mismo tiempo hagan posible el duelo y la neutralización del dolor. En la memoria literal, explica, aparece una contigüidad entre el trauma y el acto que no puede generar nada nuevo. La memoria ejemplar, en cambio, reemplaza la reproducción textual por la variación. La semejanza con el pasado abre caminos a soluciones para el presente y el futuro. Por ello, además de incidir benignamente en el hoy, la memoria ejemplar libera, según Todorov, al afectado del trauma.
      Partiendo de este interesante modelo, pretendemos escudriñar en la heterogénea trama que conforma la memoria vinculada al terrorismo de Estado de la última dictadura y operar una reformulación del trabajo de Todorov. Este prestigioso autor postula dos tipos de memorias que son excluyentes entre sí. Creemos que tal vez no sea lo más apropiado pensar en términos absolutos esta cuestión ni tampoco negarle a las víctimas el derecho a sobrellevar su dolor como mejor puedan. En la misma dirección, no concebimos como incompatible una conmemoración recurrente o literal y el trazado de analogías que ayuden a combatir injusticias en el presente. No todo es blanco o negro, bueno o malo; de hecho es el gris el que impera. En el siguiente trabajo nos proponemos demostrar que ambas memorias pueden confluir en un mismo individuo o colectivo.
      Aclarado esto, es uno de los objetivos de este escrito mostrar cómo se han dado, con relación a la memoria de la última dictadura militar , múltiples casos en los cuales tanto la memoria literal como la ejemplar han sido parte de un mismo proceso dentro del cual se entremezclan. Para ello
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hemos escogido algunos “emprendedores de la memoria” que usaremos como objetos de estudio y que nos servirán de sustento para mostrar que, aun con anclaje en el pasado, se ha hecho, en lineas generales, un “uso útil” (si cabe la expresión) y constructivo de la herida abierta hace más de treinta años en el país. No sin controversias ni diferencias ideológicas, asociaciones de derechos humanos, personajes de la cultura y, en ocasiones, hasta el mismo Estado han contribuido ( y lo siguen haciendo) a cristalizar este fenómeno dual en el cual el pasado, lejos de estrangular al presente, se convierte en principio transformador del hoy. Conviven, entonces, (e interactúan) el “yo” pretérito y el “otro”[2] actual en un mismo sujeto (individual o colectivo).
      A los efectos de legitimar nuestra hipótesis nos apoyaremos en el gran valor documental y conceptual del libro No habrá flores en la tumba del pasado, de Ludmila da Silva Catela[3]. En él, hemos encontrado ejemplos del accionar de diferentes organizaciones “familiares” de derechos humanos, como Madres y Abuelas de plaza de Mayo e H.I.J.O.S, que dan cuenta de una tendencia que amalgama el homenaje privado y la acción en la esfera pública. Veremos cómo estos colectivos buscan (y encuentran) modos alternativos de producir justicia y verdad y de sembrar conciencia involucrando a la sociedad. Esta dinámica comporta una presión que se ha traducido, en muchos casos, en procesos jurídicos que a su vez han aleccionado a la sociedad emancipándola frente a potenciales situaciones semejantes a las vividas durante la última dictadura militar.
      En primer lugar daremos comienzo a nuestra indagación de emprendimientos de la memoria y lo haremos con el análisis de las exposiciones que organismos de derechos humanos han llevado adelante. En este punto se mostrará la forma en que dichas muestras interactuaron con la sociedad.
      En segundo lugar pondremos el foco en las acciones judiciales que, desde la presión de agrupaciones de derechos humanos, han logrado poner en marcha dispositivos para juzgar y condenar a apropiadores de bebes y para comenzar los Juicios por la verdad.
      En tercer término nos ocuparemos de dar cuenta de como la asociación H.I.J.O.S fue desarrollando una nueva modalidad de protesta que terminó involucrando a no pocos sectores de la población y que obtuvo, además, resultados positivos y palpables para el hoy: se trata  del Escrache.
      En cuarto lugar expondremos el último tipo de emprendimiento de la memoria que hemos estudiado. Nos estamos refiriendo al uso del soporte web en la lucha y socialización de las reivindicaciones respecto a la represión.
      Hacia el final de este trabajo, incluiremos algunas reflexiones finales relativas a los temas tratados e intentaremos reafirmar y sintetizar las hipótesis planteadas a lo largo de la monografía.
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      Procederemos, entonces, a echar mano a algunos de los pasajes que el libro de Ludmila da Silva nos proporciona para intentar mostrar y demostrar como la memoria se manifiesta simultáneamente en los dos modos propuestos por Todorov ( literal y ejemplar ). Uno no excluye al otro si no que están imbricados y se retroalimentan.

MUESTRAS Y EXPOSICIONES[4]

      En 1997 la agrupación Madres de plaza de Mayo-linea fundadora organizó la exposición por la identidad del detenido-desaparecido. En ella, los familiares aportaban elementos biográficos de las víctimas tales como fotografías, cartas, documentos, cosas de la escuela u objetos personales. Panel tras panel se iba contando la historia de esa persona hasta el momento en que, violentamente, la desaparición la dejaba trunca. Esta iniciativa se propuso como un diálogo con la sociedad en el cual se buscó hacer visible la vida cotidiana detrás de cada desaparecido: sus sueños, anhelos y proyectos. Aparecía también retratada la faceta militante y comprometida en la sección Compañeros. Fue, sin duda, un intento por romper con la imagen estereotipada del subversivo enemigo de la nación construida desde la cúpula del gobierno militar y que aun hoy es evocada desde los sectores más reaccionarios. En tanto estaba orientada a todo el público, constituyó una invitación a la sociedad para involucrarse con el dolor de aquellos familiares de desaparecidos que perdieron un hijo, una hermana, alguien cercano e importante, alguien querido. Este tipo de exposiciones tienen un gran peso emocional y han propendido a la sensibilización y consecuente compromiso de una parte importante de la población. A modo ilustrativo incluimos, aquí, una parte ínfima de esa muestra: la carta[5] que Rómulo Giuffra, militante montonero detenido y desaparecido en Febrero del 77, escribió a Sonia, su mujer: “Si alguno de los dos tiene que morir, quiero ser yo quien muera y vos quien quede viva. No te quedes llorando, seguí en la lucha. No llores por mi, que importa mi vida, si hay gente que se muere de hambre. Pensá que nosotros elegimos esta vida y, con ella, el riesgo de la muerte”.
      No se pretende en este escrito hacer apología a una postura política en particular. Hay, por supuesto, una ideología, que seguramente subyace en este texto, pero la intención del mismo es la de partir de la premisa de que, al margen de nuestra posición respecto de la militancia política, intelectual o sindical del período estudiado, el plan sistemático de implantar un terrorismo estatal basado en la desaparición de seres humanos es un hecho que de ningún modo podemos repetir. Una

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fatalidad de la historia que, como dijera Pilar Calveiro[6], nos obliga a preguntar a la sociedad. Esta trama social es la que, desde la memoria  de organismos de derechos humanos, está siendo preguntada. El Nunca más de la Conadep renueva sus fuerzas y energías con este ejercicio de la memoria, con esta búsqueda del diálogo. Es, o  mejor dicho son, oportunidades que tenemos de involucrarnos con ese pasado doloroso que, aunque no nos toque en lo personal, sí lo hace en lo civil, en lo humano como especie y en lo social y político. Una sociedad implicada es una sociedad que ante una situación análoga a la del golpe de 1976 tendrá, probablemente, otra capacidad de respuesta. Esta analogía nos remite unívocamente a la cara más amable del modelo propuesto por Todorov: la memoria ejemplar a la que considera incompatible con la memoria literal. Esta incompatibilidad, referida a que ambas dos no pueden coexistir en un mismo tiempo y sujeto, es la que se viene a cuestionar en esta monografía. Consideramos que la memoria ejemplar, tan ponderada por el autor antes citado, apoya sus espaldas sobre la memoria literal en no pocas ocasiones. Por eso no podemos considerarla estéril ni tampoco aceptar que bajo su influjo el presente quede sometido al pasado. Hay, más bien, una interacción entre ese recordar y la operación sobre el hoy. Reconocemos que la propuesta de Todorov es interesante pero nos parece desacertado separar, sin más, estos dos usos de la memoria. Puede existir un uso literal del pasado pero en tanto esté en interacción con el cuerpo social servirá para sembrar en él una “enseñanza”[7] oportuna y forjadora de un horizonte de expectativa en el cual las atrocidades del pasado no tengan cabida.



JUSTICIA[8]

      Nos referiremos ahora a las acciones legales tomadas por la justicia como resultado del accionar incansable de diversos organismos de derechos humanos. Es esta, otra forma de repercutir sobre el tiempo presente con, si se quiere, la “bronca” del pasado. Estas asociaciones recibieron un duro golpe con los perdones que desde el  Estado se otorgó a genocidas, torturadores y otros represores. Primero fueron las leyes de punto final y de obediencia de vida promovidas desde la administración de Raúl Alfonsín. Después, en la década de los noventa con Carlos Saul Menem, llegaron los indultos a diestra y siniestra, que para dar una noción de su alcance, significaron la liberación de una de las cabezas del régimen: Jorge Rafael Videla. La indignación llegó a niveles inusitados
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debido al contraste entre una sensación inicial de un verdadero estado de derecho que castigaba a los responsables del aparato desaparecedor y los perdones posteriores.
      En este sentido creemos oportuno hacer un inciso para referirnos a los posibles abusos de la memoria denunciados por Todorov[9]. Estos se materializan en el afán de los afectados por obtener ciertos privilegios a partir de su condición de víctimas. Teniendo en cuenta las fuentes que hemos trabajado, consideramos que estos colectivos destinaron su energía, ante todo, a reclamar justicia y a dignificar a sus parientes desaparecidos. Nos detuvimos en este punto porque, realmente, si hubo privilegiados en esta cuestión, esos fueron los militares beneficiarios de los perdones concedidos desde el Estado en las décadas de los 80's y 90's.
      Pero volviendo al tema que nos ocupa, nos parece digno de relatar cómo, en 1997, un grupo de cinco Abuelas encontraron fisuras en las leyes de perdón: estas no incluían entre sus beneficiados a aquellos implicados en la sustracción y apropiación de bebés. Así fue que, con sus abogados, iniciaron una causa que denunciaba tres variantes de esta práctica. El juez Bagnasco llevó adelante el litigio y en dos años varios represores fueron a la cárcel. “No hablamos de venganza ni de revancha. Estamos satisfechas de que se haga justicia”. Así se pronunció una de las abuelas.
      Este fue el puntapié inicial a una serie de causas posteriores. Cabe preguntarse qué hubiera pasado si esas mujeres no se hubieran abocado con tanto ímpetu en su búsqueda de justicia. No lo sabemos, pero muy probablemente el resto de la sociedad no se hubiera movilizado del mismo modo. No obstante, este trabajo no se construye sobre suposiciones, por ende, vamos a otorgar el derecho de la duda. Lo que importa aquí es la forma en que las Abuelas supieron “producir” justicia y sentar un precedente que se instaló en la historia jurídica del país fomentando futuras instancias legales.
      Algo muy parecido ocurrió con los Juicios por la verdad. En la segunda mitad de la década de los 90 hubo una serie de Juicios internacionales sobre violaciones  cometidas por la última dictadura militar contra ciudadanos europeos. En estos juicios quedó visible una cláusula del derecho internacional, para crímenes de lesa humanidad, que exhortaba a hacer valer el derecho de las victimas a conocer la verdad relativa al como, cuando, donde y en que circunstancias fue perpetrado el crimen. Una vez más, los parientes de desaparecidos, motorizaron los mecanismos mediante los cuales se logró, en 1998, la sanción de una ley que, fiel a los tratados internacionales, obligaba a hacer valer el derecho a la verdad. El protocolo legal utilizado fue ( y es) la audiencia pública. En esta se llama a declarar a sobrevivientes, familiares y amigos de la víctima, militares, médicos, parteras, sepultureros etc. Si bien la corte debe limitarse a arrojar luz sobre las circunstancias de la desaparición de un detenido y no puede ejecutar un fallo condenatorio a los represores (salvo por
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apropiación de bebes y/o por robo), hay en estas audiencias, una suerte de justicia de tipo simbólico: los desaparecedores salen, forzosamente, del anonimato y sus rostros, nombres y prontuario quedan a la vista de compañeros de trabajo, vecinos y ciudadanos. Nuevamente aparece la metáfora “pedagógica” de Todorov encarnada en las luchas por la justicia de estos emprendedores de la memoria. Hay en su accionar algo que lo excede, que va más allá del objetivo concreto de señalar con el dedo a un represor. De estas vías emana un “saber” más universal que tiene que ver con la emancipación de una sociedad heredera de su terrible pasado.
      En el artículo de Elizabeth Jelin titulado ¿Víctimas, familiares o ciudadanos/as? Las luchas por la legitimidad de la palabra. La autora denuncia el hecho de que la memoria en la Argentina parece ser exclusiva[10] de las víctimas y familiares de las mismas ya que, son estas, las que, aunque sin intención, “monopolizan” dicho ejercicio en detrimento del resto de la sociedad. Jelin pasa este cuadro por el tamiz de Todorov y concluye que al tratarse de una memoria no inclusiva deviene inevitablemente, además, en literal[11]. Es decir, enfrascada en sí misma y sin efectos benignos para el hoy.
      Aunque el análisis general de Jelín nos parece muy coherente, no creemos que los organismos de derechos humanos de corte familiar hayan propiciado la exclusividad. Vemos, en cambio, que han ido dirigiendo sus actividades hacia la población y que en mayor o menor medida han calado y dejado su impronta en la sociedad provocando cambios positivos que tienen que ver, entre otras cosas, con la toma de conciencia respecto a un pasado deleznable y con la consecuente proyección a futuro en potenciales situaciones semejantes a dicho pasado. Entendemos que, precisamente, esta inclusión (sujeta, claro está, al grado de respuesta de la sociedad) es la que articula la dimensión ejemplar negada por Jelin. Al menos una parte del cuerpo social responde a estas consignas incorporándose a “La memoria”.    

ESCRACHES[12]

      Siguiendo en nuestra indagación nos centraremos ahora en una práctica de H.I.J.O.S que ha sido muy polemizada: Los Escraches. La agrupación nace allá por 1995 y sus siglas responden a Hijos por la Identidad, la Justicia contra el Olvido y el Silencio. Inicialmente se abocaron a indagar en la
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historia de sus padres desaparecidos para conocer su pasado militante que estaba velado o sesgado por los relatos de sus familiares. La idea era conocer sus causas y reivindicarlas estableciendo un puente entre el pasado y el presente. En esa linea fue que hicieron suyas las luchas de su padres: Aunque ya no estuviera el régimen dictatorial, la economía neoliberal de la democracia de los años noventa, y sus fatales consecuencias a nivel social, eran una continuación de aquellos tiempos pasados que era preciso combatir junto a los nuevos actores populares (piqueteros y otras asociaciones). La asociación H.I.J.O.S lucha por la condena social de las leyes de Punto final, Obediencia debida e Indultos del menemismo. Los escraches forman parte  de esta condena y su rol principal es el de reemplazar la ausencia de Justicia Institucional, que se da en muchos casos concretos de represores libres, con instancias de justicia alternativas que apuntan a que la comunidad los pueda ver e identificar. Que sepan quiénes son y qué es lo que hicieron. Despojarlos del cómodo anonimato y enfrentarlos con la sociedad. Si por la vía legal no han ido a la cárcel, convertir al país en una gran prisión que los “condene”.
      Este colectivo -junto con Madres, Abuelas y otras asociaciones de familiares de desaparecidos- luchó también por conocer la historia personal de sus parientes y el modo y sitio en que fueron “desaparecidos”. En este punto fue, lógicamente, central el seguimiento de los juicios por la verdad.
      Hablemos ahora de la que fue, sin duda, la práctica más característica de la asociación H.I.J.O.S: El escrache. Este fue tomando forma sobre la marcha y, con mucho debate en el medio, se llegó a variantes más integradoras para desarrollarlo. Al principio se jugaba más con el “efecto sorpresa”: Se planeaba escrachar a alguien y simplemente iban a la casa y, con carteles, graffitis, gritos y cantos se repudiaba públicamente al individuo. Con el tiempo comprendieron que era necesario involucrar a la sociedad con lo que estaban haciendo. A esos efectos, los escraches comenzaron a anunciarse días antes por distintos medios de comunicación con el propósito de dejar abierta la participación espontanea de otros sectores ajenos a la organización así como para maximizar la onda expansiva del evento. Con los vecinos se fomentó la participación realizando reuniones en el barrio previas al escrache en sí. La idea era explicarles lo que iban a hacer y el significado que tenía. Se estimuló y se logró, por estas vías y en contra de los peores pronósticos, la implicación de la gente a nivel país pero también a nivel barrial. En el siguiente discurso de H.I.J.O.S  se puede apreciar el espíritu integrador y universal de su actividad: “Porque los derechos humanos no son ni de las Madres, ni de las Abuelas, ni de los Hijos, ni de nadie en particular, son de todos. Porque a todos nos privaron de una generación y a todos nos obligan a convivir con sus asesinos (…) Porque estas democracias y sus representantes no han demostrado tener la voluntad necesaria para juzgar el terrorismo de Estado y sus responsables”.
      Mediante los escraches se logró, por ejemplo, que ex-represores cuyo despido había sido ya
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solicitado pero no atendido, fueran finalmente destituidos de sus cargos. El reclamo popular en toda su dimensión es más difícil de ser desoído que una carta o una queja oral individual. El valor a nivel sociedad presente es incalculable más allá de los rencores del pasado en la medida en que se produce, por un lado, una toma de conciencia respecto de las terribles violaciones a los derechos humanos que acontecieron en Argentina hace más de treinta años y por el otro, la purga laboral que separa de sus cargos a ex-represores responsables de muchos de los males de nuestro tiempo (gatillo fácil, atentado a la AMIA, desapariciones en plena democracia, violencia policial etc).
      Se ha dicho que el escrache es un claro caso de memoria literal argumentando que hay en él un ensañamiento contra un “responsable” del padecer de una víctima o familiar de víctima. En este trabajo no venimos a negar esta afirmación, es probable que así sea. Pero lo que no podemos aceptar es que en ese ensañamiento literal no haya, al mismo tiempo, un uso ejemplar de la memoria. Como hemos observado, esta performance de protesta insta a la sociedad a sumarse y a condenar a los genocidas. Esto, además de instalar un “exemplum[13] al nivel de la ciudadanía, hace posible la separación de ex-desaparecedores de sus puestos de trabajo en donde, en muchos casos, reproducían la lógica represiva.

PÁGINAS WEBS[14]

      La militante Margarita Macabe, fundadora de Derechos Human Rights, vislumbró en los medios digitales una vía dinámica para mantener viva la memoria rindiendo tributo a las víctimas del horror. Con ese propósito, creó el Muro de la memoria (www.desaparecidos.org) que cuenta con 650 fotos de desaparecidos e información de los mismos. En 1998. a través del proyecto desaparecidos y equipo Nizkor, pertenecientes a la misma web, Javier descubrió la foto de su supuesto padre en la sección represores del proyecto desaparecidos. Se puso en contacto con Abuelas y, tras las pruebas de ADN, se confirmó que era hijo de desaparecidos. Su abuela biológica, Cecilia Viñas, recuperó a su nieto quien pudo saber, finalmente, quiénes eran sus padres y el modo en que fue apropiado. El caso tuvo gran repercusión y la página ganó el reconocimiento público.
      He aquí una forma mediante la cual la memoria repercute en el presente como generadora de Justicia. Este solo hecho, multiplicado por los más de cien nietos recuperados hasta la fecha por Abuelas, valida el accionar supuestamente literal de las asociaciones de derechos humanos en la Argentina. Si cabe apoyarnos en esta categorización de la memoria, se debe asumir que, en este caso (como en muchos otros), hay una coexistencia de memoria literal (la reincidencia en el pasado)
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y memoria ejemplar ( la justicia en el presente, el ejemplo pedagógico ante la sociedad ).

REFLEXIONES FINALES Y CONCLUSIONES

      Es bastante lógico que los seres más cercanos a las víctimas sean los que encabecen estas iniciativas de la memoria pero eso no es equivalente a decir que proclamen la exclusividad en esa lucha. Muy por el contrario, en sus interpelaciones a la sociedad reciben el aporte y compromiso de personas con inquietudes sociales y políticas que no necesariamente tienen parientes afectados por el dispositivo desaparecedor de la última dictadura. La sociedad tiene en su conciencia ética la decisión de participar o no de estos colectivos o de otros. Las injusticias se manifiestan en muchos órdenes y cualquiera de ellos merece el compromiso social ya que toda lucha es legítima. Batallar para lograr el procesamiento de un militar que participó en la desaparición de personas es tan ejemplar como fundar un comedor infantil en un barrio carenciado. Ambas luchas tienen un impacto positivo en la sociedad y se proyectan hacia un futuro más esperanzador. El problema, entendemos, reside en que, en la acción de Madres, Abuelas o H.I.J.O.S, hay un componente ideológico que no deja indiferente al individuo social y que puede, en ocasiones, despertar rechazos relativos a la subjetividad política de los sujetos. En este sentido un comedor infantil proyecta una imagen mucho más “comprable” en tanto y en cuanto es políticamente más neutra.
      El tema ideológico aparece, a nuestro entender, en el trabajo de Todorov. Este denuncia la no colaboración de algunos prisioneros judíos para condenar los campos del régimen soviético[15]. Para este autor, su afiliación al partido comunista es la culpable de que no practiquen una memoria ejemplar: sacar de lo padecido en los campos nazis un aprendizaje útil para frenar las atrocidades en la U.R.S.S. Stalinista.
      Creemos que esta aspiración de que la memoria se exprese de tal o cual forma no puede convertirse en un imperativo cuya obediencia se traduzca en uso ejemplar y cuya desobediencia lo haga en la forma literal. Nos parece muy desafortunado por que consideramos que estos emprendedores ya tienen bastante con lo que les ha caído encima como para, además, estar rindiendo un examen de comportamiento ejemplar (o no). Simplemente van viviendo sus procesos internos en paralelo con sus luchas y en esa sumatoria se entremezclan la bronca y la esperanza, el odio y el amor, la pena y la alegría: en definitiva el pasado traumático y el presente/futuro liberadores. Ese proceso dual es el que conduce a un accionar también dual. Efectivamente el escrache, para poner un ejemplo, es un acto que contiene odio y rencores, pero contiene también una voluntad de invitar a la gente, de involucrarla en la condena popular, de producir otra justicia no
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institucional, de producir verdad, de crear una sociedad que, en base a nuevos valores, no esté dispuesta a dejarse doblegar por el primer tirano que así lo deseare. Hay mucho más que odio, el tema es si se está dispuesto a mirar más allá o no. A veces (no siempre por fortuna), el ser humano decide no mirar y lo hace en nombre de unos “principios ideológicos”.
      Llegados a este punto se nos hace muy difícil mantener intacta la teoría de que la memoria o es literal o es ejemplar. Hemos demostrado a través de este trabajo que ambas formas de memoria pueden manifestarse simultáneamente en un mismo acto. Siempre estará presente la queja, el dolor, la bronca... pero, por suerte, siempre estará la esperanza de poder construir un lugar mejor para los que vengan después. La esperanza define mejor que nada la idea de memoria ejemplar en tanto y en cuanto se proyecta hacia el futuro. Hemos visto que un aspecto clave para la articulación de un cambio positivo en el presente y el futuro, es decir para un horizonte de expectativa, es el pasaje de la esfera privada a la esfera pública. Cruzar ese umbral abre la posibilidad de compartir el dolor de uno con el de los demás y convertir la lucha en una sola que comprometa a toda la sociedad. Eso no mitiga las broncas hacia el pasado pero sí las convierte en el vehículo de algo transformador.     
      Justicia y política se han desarrollado, a través de diferentes asociaciones “familiares” de derechos humanos, por vías alternativas, informales, no institucionales (y también institucionales). Estas acciones hablan a toda la sociedad y operan un pasaje de idas y vueltas constantes desde la vida privada de familiares de desaparecidos hasta la vida pública. Lejos de motorizar venganzas irracionales, surgen, en cambio, propuestas artísticas, actos o escraches que buscan otra forma de justicia orientada a cubrir vacíos u olvidos de la Justicia oficial. Hijos o abuelas encuentran en recordar y traer el debate a la arena social y política, un medio y un fin al mismo tiempo. “La memoria es fundamental en la no repetición de los crímenes”[16]. Esta frase de Margarita Lacabe tira por tierra la posibilidad de una memoria por la memoria en sí misma. Entre sus funciones, además de recordar a las víctimas, está la construcción de una perspectiva de futuro que no contempla volver a una situación semejante a la vivida durante el régimen de represión estatal acontecido entre 1976 y 1983 en la Argentina. La memoria nunca es vana, la memoria no es estéril, implica una articulación del pasado con el presente y  el futuro.






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BIBLIOGRAFÍA

Calveiro, Pilar (1995), Poder y desaparición. Buenos Aires, Colihue.
Crenzel, Emilio (coord.) (2010), Los desaparecidos en la Argentina. Memorias, representaciones e ideas: 1983-2008. Buenos Aires, Biblos. Capítulo de Jelin, Elizabeth (2010), ¿Víctimas, familiares o ciudadanos/as? Las luchas por la legitimidad de la palabra.
Da Silva Catela, Ludmila (2009), No habrá flores en la tumba del pasado. La experiencia de reconstrucción del mundo de familiares de desaparecidos, La Plata, Al Margen.
Todorov, Tzvetan (2000), Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidós.




[1]             Todorov, Tzvetan (2000), Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidós. Pags 30-32.
[2]             Todorov, Tzvetan (2000), Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidós. Pag. 32.
[3]             Da Silva Catela, Ludmila (2009), No habrá flores en la tumba del pasado. La experiencia de reconstrucción del mundo de familiares de desaparecidos, La Plata, Al Margen.
[4]             Da Silva Catela, Ludmila (2009), Pags 227-237.
[5]             Da Silva Catela, Ludmila (2009), Pag 232.
[6]              Calveiro, Pilar (1995), Poder y desaparición. Buenos Aires, Colihue.
[7]              Todorov, Tzvetan (2000), Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidos. Pag 31. Todorov atribuye a la memoria ejemplar la virtud de producir un exemplum, una enseñanza o una lección.
[8]             Da Silva Catela, Ludmila (2009), Pags 238-261
[9]             Todorov, Tzvetan (2000), Barcelona, Paidós. Pag 53-55.
[10]           Crenzel, Emilio (coord.) (2010), Los desaparecidos en la Argentina. Memorias, representaciones e ideas: 1983-2008. Buenos Aires, Biblos. Capítulo de Jelin, Elizabeth (2010), ¿Víctimas, familiares o ciudadanos/as? Las luchas por la legitimidad de la palabra.Pags 228;247.
[11]           Jelin, Elizabeth (2010), Pags 248-249.
[12]           Da Silva Catela, Ludmila (2009). Pags 262-277
[13]           Todorov, Tzvetan (2000), Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidos. Pag 31. Todorov atribuye a la memoria ejemplar la virtud de producir un exemplum, una enseñanza o una lección.
[14]           Da Silva Catela, Ludmila (2009). Pags 223-226.
[15]           Todorov, Tzvetan (2000). Pags 42-43.
[16]           Da Silva Catela, Ludmila (2009). Pag 224.

Pablo Tavella.

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