Por Luis Klejzer
En las aulas del secundario bonaerense enseñamos muchas
veces los derechos de lxs trabajadorxs. Lo hacemos cuando hablamos de la
inmigración de principios de siglo XX. Les decimos que venían inmigrantes de
Europa a trabajar a un país que los recibía con la promesa de un futuro
asegurado pero, sin embargo, eran recibidos por la peor de las explotaciones,
vivían hacinados en conventillos, muchos de sus hijos no accedían a la escuela
y fueron los que tuvieron que trabajar en las primeras fábricas e industrias
por 10 y 12 horas diarias. También hablamos de los derechos laborales cuando repasamos
las primeras leyes obreras del país, obtenidas por las luchas de los sindicatos
socialistas y anarquistas y por parlamentarios como Alfredo Palacios y Del
Valle Iberlucea. Los vemos cuando charlamos sobre las luchas de la FORA con dirigentes
como Antonio Soto y todos los peones rurales de la Patagonia. Posteriormente,
los trabajamos con la irrupción del peronismo. Más tarde la resistencia
peronista, los planes de lucha de la CGT y el surgimiento de la CGT de los
Argentinos con el gran Agustín Tosco. Los ligamos con las dictaduras, la
rebelión obrera estudiantil de Córdoba y los bastones largos.