El día del maestrx siempre es una fecha para reflexionar
sobre nuestra profesión. A veces no entiendo muy bien si es el día del docente
de primaria o de secundaria. Lo cierto es que, en Argentina, se conmemora el
día de quien trabaja educando. Y todxs lxs trabajadorxs de la educación la
estamos pasando mal.
Sin meterme en el debate sobre Sarmiento, de quien no
rescato casi nada, prefiero pensar el presente.
Muchas veces nos ponemos a pensar sobre nuestra profesión,
sobre las planificaciones, sobre las condiciones de trabajo o los salarios de
miseria.
Las planificaciones son aquellas secuencias didácticas
que pensamos, en nuestras casas, con cartulinas, papeles, marcadores o power
point. Un trabajo que nadie (re)conoce ni salarial ni moralmente. Es una parte
central de nuestro trabajo, porque de ello depende muchas veces el
funcionamiento de las clases.
Las condiciones de trabajo son un conjunto de
disposiciones y posibilidades de dar clases. Entre otras cosas, infraestructura
edilicia, de traslado a nuestras escuelas, el clima de aula y convivencia en
las escuelas donde desarrollamos nuestras actividades.
Y el salario es lo que nos da de comer. O casi. A
nosotrxs y a nuestras familias.
Desde que soy chico vengo escuchando que la calidad
educativa viene cayendo. Escucho a cientos de opinólogxs por día haciendo
balances, sacando conclusiones y criticando a lxs docentes. Periodistas,
políticos de cuarta, sabelotodos lectores de encuestas de “reader's digest” que
opinan sobre la calidad educativa, la formación de los docentes o los paros.
Pero poco lxs escucho hablar del rol docente, de presupuestos por debajo de la
inflación o de las muertes de compañerxs.
A pesar de lo que dice el sentido común clasemediero, formado
casi siempre en la educación privada y las grandes universidades extranjeras,
lxs docentes estamos siempre pensando en mejorar nuestra formación, la forma de
transmitir los contenidos a nuestros alumnxs y mejorar la calidad de la
educación en general. Sabemos que somos una parte importante de ese proceso. Pero
también sabemos que no somos lxs que definimos presupuestos, las obras de
infraestructura o la alimentación de lxs pibxs.
Entonces bien, cuando vemos que los presupuestos en
educación caen cada año; que los salarios no alcanzan para comer; que nuestrxs
alumnxs vienen mal comidos y con ropa prestada o gastada; que las escuelas
están en situaciones precarias, sin luz ni gas; nos ponemos a pensar en nuestra
profesión.
Nos gusta dar clases. Nos gusta ver a lxs pibxs aprender.
Nos gusta acompañarlxs en este momento de su vida. Queremos aportar en su
formación para enfrentarse a la vida de la mejor manera. Del otro lado están
lxs enemigxs de la educación pública.
A pesar de políticxs maleducadxs; a pesar de periodistas
“mal informados”; a pesar de lxs opinólogxs serviles a la dependencia; seguiremos
apostando a la educación como una herramienta fundamental para la libertad de
las personas. Por eso, cuando vemos la inacción de los gobiernos en materia
educativa, sabemos de qué lado estamos.
Defendemos la escuela pública como una trinchera desde la
cual resistimos las políticas neoliberales, privatistas y depredadoras;
disparando conceptos liberadores y construyendo pensamiento crítico.
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