Cuando doy clases no uso el celular. Suelo ponerlo boca
arriba en la mesa para ir mirando la hora. Está en vibrador. Pero también lo
tengo programado para que aparezcan ventanas emergentes de ciertos contactos.
El otro día tomando examen escrito en la escuela de la
tarde, repartí las preguntas y me senté a mirar el desarrollo del momento. Los
resultados son variados. A algunos les va mejor que a otros, pero la historia
no es algo que los apasione.
Esa tarde, particularmente, miraba a mis alumnxs y
los reconocía con sus gritos, sus gustos, sus necesidades y sus problemas.
Los miraba reflexiva y silenciosamente a cada unx de
ellxs. Me preguntaba sobre sus presentes y sus futuros. Justo en ese momento me
entró un mensaje con la maldita noticia de la suba del dólar. La noticia
implicaba una corrida cambiaria y todos los problemas que trae aparejado.
Inmediatamente mi mirada sobre los alumnos se tiñó de
gris. Desde ese momento no fui el mismo. Cuando los volví a mirar uno por uno
desde mi banco de adelante, ya solo podía imaginarme su futuro. Y ese sí que se
veía gris. Tirando a negro.
Sus miradas puestas en las preguntas de la prueba
ignoraban las consecuencias a futuro de la noticia que me acababan de mandar. El
impacto en la inflación es un tema que no suele ser de su interés.
Los inocentes chistes, seguidos de las risas forzadas de
algunos, no advertían el aumento de sus alimentos de los próximos meses. No
suelen pensar de dónde sacar la plata para la leche.
Sus pequeñas manos escribiendo en las hojas seguramente
no escribían fórmulas económicas para llegar a fin de mes. Y mucho menos les
atañe el debate sobre las paritarias que están cerrando por debajo de la
“metas” del gobierno.
Tampoco sus miradas de reojo para alcanzar la hoja de
algún compañero llegan hasta el Excel de los funcionarios. Esos que se la pasan
aplicando medidas que perjudican a las familias de los pibes a los que, encima,
responsabilizan de su propio fracaso.
Ni siquiera sus risas cómplices interrumpían mis
pensamientos negativos. No podían cambiar el escenario que se abría a partir de
la maldita noticia.
De repente alguno de ellos me sacó de mis pensamientos
cuando se acercó para consultar una duda. Luego de responderle, volví sobre esa
maldita noticia. No podía sacármelo de la cabeza. Sin embargo, el alumno que me
acababa de consultar no tenía la culpa de lo que había ocurrido.
Finalmente, mientras retiraba las pruebas medio escritas,
pensaba que ellxs iban a ser víctimas de las consecuencias del maldito mensaje.
Igual que sus padres en el 2001. Igual que sus abuelos en los 70.
Me fui pensando que la prueba de historia que les tomé no
preguntaba sobre las crisis. Tampoco sobre las consecuencias económicas de las
políticas neoliberales. De ser así, no sé porqué, hubiesen aprobado todxs.
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