El objetivo del siguiente trabajo es
preparar el texto de Sebastián Pereyra “¿La lucha es una sola?, si bien en la
cursada solo vemos las conclusiones intentaremos trabajar el conjunto del libro
publicado en la colección 25X25 en la UNGS.
Para contextualizar el tema, relacionaremos a Pereyra con los textos de
Hugo Quiroga “La reconstrucción de la democracia argentina, y de Karina
Forcinito y Victoria Basualdo…
Primero, presentaremos la hipótesis de
Pereyra, luego lo relacionaremos con los otros textos y finalmente,
plantearemos algunas conclusiones.
La hipótesis de Sebastián Pereyra.
El texto de Pereyra está contextualizado
mediante un subtítulo que reza “La movilización social entre la democratización
y el neoliberalismo”. En este sentido, nos encontramos con un texto que nos habla
del período de la historia argentina que va desde la recuperación democrática
en 1983, hasta el presente, en el marco del modelo neoliberal.
Pereyra
plantea que durante este período existe una transformación en las formas
organizativas, participativas y de movilización social en demandas de distintos
derechos, al tiempo que hay un cambio en la composición social que lo compone
con respecto a períodos anteriores. Junto a este cambio se da una redefinición
de las reivindicaciones producto de las circunstancias y los cambios.
“Paradójicamente, la crisis (2001)
comenzó con un fuerte proceso de movilización de distintos sectores sociales y
con una denuncia frontal dirigida a la clase política, y se cerró, sin embargo,
con una marcada desmovilización de los distintos actores que surgieron en estos
últimos años y con una cierta recomposición del sistema político tradicional.”[1]
El título del libro hace referencia a
una canción que se escuchaba en esos años: “Piquete y cacerola, la lucha es una
sola.” En este sentido, Pereyra se pregunta ¿”La lucha es una sola?”.
Cambios estructurales.
El 24 de marzo de 1976 una dictadura
cívico militar derrocó al gobierno constitucional de Isabel Perón, dando inicio
al período más oscuro de la historia argentina.
La junta militar presidida por Videla,
Massera y Agosti llevaron adelante una serie de transformaciones económicas,
políticas y sociales que marcaron la sociedad por los siguientes 30 años.
En términos de Forcinito y Basualdo, la
dictadura militar inició un proceso de transformación económica que se
desarrollaba en todo el mundo occidental.
En este sentido, las medidas económicas
llevadas adelante por el ministro de economía de la dictadura, Martínez de Hoz,
fueron la versión doméstica de la primera etapa de un modelo de acumulación
iniciado alrededor de la crisis del petróleo de 1973 y que significó el paso de
un modelo industrialista a un modelo financiero especulativo.
“Bajo el justificativo de reemplazar al
Estado por un mejor asignador de recursos, el mercado, la reforma del sistema
financiero liberalizó las tasas de interés y desreguló las actividades financieras,
transfiriendo la gestión de las mismas a las entidades privadas, bancarias y no
bancarias (las llamadas “financieras”).”[2]
Las autoras plantean que esta
transformación se dio en la Argentina en dos etapas: primero, durante la
dictadura militar (1976/1983), y la segunda, durante las presidencias de Carlos
Menem (1989/1999). Durante la presidencia de De La Rúa (1999/2001) hubo una
continuidad.
Mientras que la dictadura comenzó el
proceso, durante los ´80 se intentaron varios intentos para frenar la inflación
y ya en los ´90 la profundización del modelo neoliberal consolidó el cambio en
el modelo de acumulación antes descripto.
En esta segunda etapa, a la
liberalización de los mercados, se le suma la reducción del aparato estatal
mediante dos estrategias centrales: 1. La ley de emergencia económica y social
y 2. La ley de reforma del Estado.
Por una lado, se pedía superpoderes para
que el poder ejecutivo llevara adelante los pasos que creía necesario para
maniobrar la crisis, y con la reforma del estado se inició un proceso de privatizaciones
de empresas públicas que tuvo un primer momento entre 1989/1996 y luego una
desestatización completa.
Todo esto junto a la ley de
convertibilidad que traía la paridad peso-dólar que se mantenía en base a la
venta de las empresas públicas, el ingreso de divisas con préstamos de los
organismos internacionales de crédito y la prohibición de imprimir billete
nacional.
Las consecuencias de este proceso fue la
desindustrialización, la concentración económica, la creciente desocupación y
el aumento de la pobreza a niveles muy altos; si bien, durante la dictadura,
este proceso fue llevado adelante con el dispositivo del aparato estatal
represivo durante el gobierno de Menem fue desarrollado mediante un proceso
democrático y con alto nivel de consenso social.
Los desafíos de la democracia.
Para Hugo Quiroga, el retorno de la
democracia traía dos desafíos: por un lado, la renovación del sistema político
y por el otro la organización económica.
El 10 de diciembre de 1983 asume la
presidencia el radical Raúl Alfonsín.
Para Quiroga, el radicalismo no logró
cumplir con los desafíos que tuvo iniciada la recuperación democrática,
mientras que reconoce el logro de estabilización conseguido durante el
menemismo, superando la herencia de la hiperinflación y los planteos militares.
Quiroga, además, valora la importancia de la estabilidad monetaria pero le
critica al menemismo el poco respeto por las instituciones y la división de
poderes.
Nuevos desafíos, nuevos actores.
Introducción.
Sebastián Pereyra comienza su análisis
diciendo que la dictadura militar (1976/1983) “a fuerza de represión política y
transformación económica sentó las bases para un cambio de época.”
Agrega que la democracia y el
neoliberalismo son los factores que mejor permiten entender las
transformaciones que se dieron en la movilización y organización social.
Durante el trabajo, Pereyra nos va
describiendo las distintas situaciones por las que atraviesa la Argentina en
los últimos 25 años.
Comienza su trabajo haciendo una breve
historia de los procesos de movilización social en la Argentina entre 1880 y
1976. Un primer apartado nos hablará de la constitución de la clase obrera
entre 1880 y 1930 donde los principales ejes de lucha fueron las condiciones de
trabajo. Luego pasará al proceso que denomina Integración, entre la crisis y la
industrialización. Este período comprende desde 1930, que comienza con la
crisis del modelo agroexportador y los primeros intentos de industrialización
hasta 1955 con el golpe de estado contra Perón. Etapa donde se va consolidando
un nuevo escenario de producción local y por ende, modifica las formas de
organización y movilización en el mundo del trabajo. Por último, un apartado
acerca de la resistencia, radicalización y desestructuración del mundo del
trabajo. (1955/1976) Etapa signada por la proliferación de las ideas
desarrollistas y el mercado interno. La última parte de la introducción,
Pereyra plantea que la represión política generalizada y la aplicación de
políticas neoliberales debilitaron el Estado nacional desarrollista y
confluyeron para que el mundo del trabajo dejara de ser el centro de la
movilización social. En esta última etapa, van apareciendo nuevos actores
sociales, como consecuencia del repliegue de la militancia y se van a ir
consolidando durante los años posteriores a la recuperación democrática,
modificando también los reclamos.
Los movimientos sociales y la vuelta de
la política. Democratización, derechos humanos y justicia.
Con la llegada de la democracia en
América Latina existió una revitalización de la actividad política, que recayó
en las estructuras tradicionales, primero, pero además en un actor nuevo que
“llamaron fuertemente la atención”, los Nuevos Movimientos Sociales (NMS)
En este capítulo, Pereyra presenta estos
nuevos actores a los que caracteriza de la siguiente manera: “En principio, una
cuestión notable es que estos movimientos registraban una fuerte presencia de
clases medias que se fueron consolidando en los países centrales hacia mediados
del siglo. Más interesante aún es el hecho de que muchos de estos movimientos
no se definían por las características socioeconómicas de sus miembros sino
que, en general, incluían miembros de distintas extracciones sociales y el
factor aglutinador provenía de otro lado.”[3]
Estos NMS transformaron también los
métodos de organización y acción, redefiniendo las orientaciones de los
reclamos; en principio se centraron en la cuestión de la autonomía y en la crítica a la excesiva
regulación del Estado; se verifican también rasgos de espontaneismo.
De esta manera se van configurando
organizaciones sociales que no tienen como objetivo la toma del poder, sino más
bien la reivindicación de transformaciones de carácter cultura y legal y
cuestiones relacionadas a la vida cotidiana.
Así se sucedieron, primero, las transformaciones del orden sindical y obrero;
segundo los movimientos de pobladores y tercero, los movimientos indígenas y
campesinos. Vendrán luego los movimientos de mujeres, de jóvenes y otros
sectores sociales novedosos.
El movimiento de los derechos humanos.
Debido a la política represiva de la
dictadura, se da el puntapié inicial de unos de los movimientos sociales más
importantes de los últimos años. El movimiento de los derechos humanos. Si bien
ya existían algunos organismos, a partir de la dictadura y durante los ´80
surgieron organizaciones como Madres de Plaza de Mayo, Centro de Estudios
Legales y Sociales, Asociación de ex detenidos desaparecidos y más adelante
HIJOS y CORREPI. Estas organizaciones, denominadas en conjunto Movimiento de
los derechos humanos, acompañaron el debate y la organización de la política de
derechos humanos de la presidencia de Alfonsín. Así llegaron los juicios a la
junta y la creación de la CONADEP; mientras que las sucesivas políticas sobre
el tema militar, mediado por las presiones con los levantamientos carapintadas
y las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, provocaron un alejamiento de
estas organizaciones, así como de muchos intelectuales que apoyaban al gobierno
de Alfonsín.
Las políticas estatales que respondían a
las presiones militares (Alfonsín) y las leyes del perdón (Menem) hicieron que
los movimientos de derechos humanos fueran la punta de lanza de los NMS contra
las políticas estatales. Además de las sucesivas divisiones ideológicas y
políticas de estas organizaciones.
“La cuestión de los DDHH acompañó y fue
uno de los pilares fundamentales de estos veinticinco años de vida
democrática”.[4]
Los familiares de víctimas y la protesta
social.
Otras de las nuevas formas organizativas
y de protesta social aparecen desde los finales 80 incorporando la noción de
ciudadanía a los reclamos. Una de las características de este proceso es la
motorización de la protesta por parte de familiares de víctimas de determinados
delitos; la otra novedad es el destino de las protestas: el poder judicial.
“Ambas transformaciones tienen un lazo estrecho con la actividad de algunos
organismos de derechos humanos.”[5]
Las transformaciones de la movilización social en la
Argentina neoliberal.
Las metamorfosis del sindicalismo argentino.
Al momento de la llegada de la
democracia, los sindicatos eran los representantes del Partido Justicialista,
frente a un gobierno de la UCR; este escenario dio el marco de una relación
conflictiva. A la denuncia de un pacto Sindical-Militar por parte de Alfonsín,
se le sumó la ley de democratización del sindicalismo (Ley Mucci), la respuesta
de la CGT fue la confrontación directa y las 14 huelgas generales. La unidad
sindical que se vivió durante el gobierno de Alfonsín, va a entrar en rápido
quiebre, como analiza Héctor Palomino, con la llegada de Menem al gobierno y de
su política neoliberal.
“Las reformas económicas que se
iniciaron en los años setenta con un proceso de liberalización y apertura
económica transformaron en los últimos años el panorama social del país y
tuvieron un fuerte impacto en los sectores populares y de clase media.”[6]
El cambio en el modelo productivo minó la forma sindical de organización y
trasladó la forma de protesta a los barrios, al territorio.
Estas cuestiones, sumado al surgimiento
de un sindicalismo empresario, generaron la aparición de otras organizaciones
sindicales y referentes sociales.
La CGT se divide en dos, CGT oficialista
y el MTA de Moyano y Palacios, opuestos a la política neoliberal y ligados a
las viejas tradiciones justicialistas del Estado interventor. Por otro lado la
CTA que puso en el tapete la discusión de la democracia sindical y la
representación no solo de los trabajadores en actividad; esta nueva central se
plantea la representación de sectores desocupados, indigenistas, campesinos y vecinos
organizados en los barrios.
En Jujuy, donde se reflejó muy fuerte el
recorte del empleo público también surgió un referente social que lideró un
proceso de resistencia, Carlos el perro Santillán fue el referente de la CCC,
central sindical ligada al clasismo maoísta, que en los finales de la década
neoliberal estuvo al frente de los movimientos de desocupados junto a la FTV de
la CTA.
Los movimientos piqueteros.
“Las organizaciones piqueteras, formadas
como movimientos barriales en todo el país, generaron una importante capacidad
de negociación especialmente en el ámbito de las políticas sociales, y
produjeron un recambio en los liderazgos y en las formas de organización de los
sectores populares, aunque sin generar un verdadero capital político-cultural.”[7]
Estas organizaciones piqueteras fueron
el resultado de las transformaciones económicas neoliberales que, sobre todo en
el interior del país, fueron organizando trabajadores desocupados, primero y
luego familias completas; siendo mayoría mujeres y jóvenes.
Una imagen que muestra esta
transformación es el método utilizado para la protesta social. Si los
trabajadores utilizan la huelga para presionar a la patronal, estos movimientos
utilizaban el corte de ruta para exigir política laboral asistencial.
Mientras en el interior estas
organizaciones representaban la consecuencia de la privatización de las
empresas del estado por parte del menemismo, las protestas de las periferias de
las grandes ciudades desnudaban la depresión existente a desde la última dictadura
militar; a un proceso de desindustrialización y precarización de la vida de más
largo plazo. Es así como la protesta por trabajo se transformó en protesta por
otras cuestiones vitales como la vivienda y la alimentación.
Con la llegada de Néstor Kirchner al
gobierno la estrategia gubernamental hacia los movimientos de desocupados
cambió. Un gobierno ávido de apoyos populares para reconstruir legitimidad
institucional “favorecido por los primeros síntomas de recuperación económica
generados por la devaluación de la moneda”, frenó la intervención sistemática
de las fuerzas de seguridad en la represión y contención de los cortes de ruta;
y la reemplazó por el tratamiento judicial de las protestas.
Muchas organizaciones comenzaron a
apoyar al nuevo gobierno en base a las expectativas por su política de DDHH, el
giro productivista y la intervención en el sistema judicial.
Conclusiones: La crisis de 2001 y los interrogantes
actuales de la movilización social.
Los actores de la crisis.
En las conclusiones, Pereyra relaciona
las crisis de hiperinflación de 1989/1991 con la crisis de 2001/2003; las
relaciona diciendo que tienen muchas coincidencias, el fin adelantado de
gobiernos no peronistas y los saqueos como expresión de la penuria económica y
crisis de autoridad.
En medio de una recesión importante
desde mediados de los ´90, sin capacidad para maniobrar y con la debilidad de
la renuncia de su vice, el presidente Fernando De La Rúa solo se limitaba a
negociar la reprogramación de la deuda y a gestionar el recorte de gasto
público. Luego de Megacanje y el blindaje financiero para parar la fuga de
divisas, en diciembre del 2001 se implementó el CORRALITO FINANCIERO por el
cual solo se podía retirar hasta 250 pesos por semana de los bancos.
“La organización y movilización de los
sectores medios urbanos en Argentina representa un eje novedoso a ser
explorado.”[8]
La noche del 19 de diciembre de 2001 se
produjo el primer Cacerolazo, palabra
que pasó a simbolizar la movilización de los sectores medios urbanos. El cacerolazo
fue la expresión de rechazo a la clase política por parte de los sectores
medios urbanos, interpelados como Ciudadanos. Más tarde el cacerolazo fue la
síntesis de dos formas de expresión de la movilización: por un lado los
ahorristas confiscados, por el otro, las asambleas barriales, “que permitieron
sostener el conflicto más allá de las movilizaciones y expresiones de protesta,
pero que gradualmente fueron perdiendo adhesión en la medida en que se extendía
la discusión sobre sus objetivos y sus formas de organización.”[9]
Estas formas de organización representan
la transformación en la experiencia de politización masiva de la clase media
urbana.
Sin embargo, encontraron rápidamente su
límite. “La capacidad contestataria de los ahorristas no dio lugar a
organizaciones de consumidores, dispuestos a controlar la discrecionalidad del funcionamiento del particular capitalismo
argentino. Por otro lado, las asambleas barriales no propiciaron nuevas formas
de participación en la política local.”[10]
La crisis también potenció otro fenómeno
muy particular debido a la crisis económica y la desindustrialización de los
´90, en los últimos años se dio una serie de ocupaciones de fábricas que
quebraban o eran abandonadas por los dueños y eran recuperadas y puestas a
trabajar por los trabajadores. El movimiento de empresas recuperadas
adquirieron estado público por luchas emblemáticas como Zanón, Brukman,
Grissinópoli, IMPA y el Hotel BAUEN. Muchos de estos casos fueron apoyados por
las expresiones organizativas nuevas y por los movimientos de desocupados.
Luego surgieron dos grandes corrientes
que agrupaban a estas fábricas, MNER, MNFRT; la movilización popular para
evitar desalojos y la coyuntura económica permitieron que estas experiencias
pudieran sobrevivir.
El fin de la crisis, según Maristella
Svampa, fue la brecha existente entre ambos grupos y la desmovilización de los
sectores medios y su apoyo al nuevo gobierno.
La resistencia al neoliberalismo y la
alterglobalización.
La crisis del 2001 hizo de base para la
llegada de la discusión de la militancia alterglobalización.
La Argentina se mostró como un ejemplo
paradigmático de aplicación de políticas neoliberales. Así llegaron al país
muchos militantes alterglobalización de todo el mundo. En 2002 se realizó el
Foro Social Argentino, que sirvió para que varios de los NMS del país se
interesaran de la discusión que ya se daba a escala internacional. Dos líneas
que se determinaron fueron la batalla contra el ALCA y el resurgimiento del
sentimiento antinorteamericano.
La resistencia a lo global se concentró
en la pelea contra el neoliberalismo, las privatizaciones y la
descentralización del Estado y la desregulación económica.
Los reclamos que se combinaron fueron:
1.
Recuperar las conquistas
logradas a través de un Estado nacional-desarrollista, los derechos sociales.
2.
La introducción de ciertos
rasgos de autonomía frente a la clase política y las dirigencias corporativas.
3.
La recuperación de una
tradición antiimperialista que ha caracterizado a la izquierda argentina de los
´60.
Los escenarios actuales de la
movilización social.
El panorama actual de la movilización
social está marcada por las consecuencias de la crisis del 2001 y la
recomposición políticas y económicas de los últimos años.
En este sentido, plantea Pereyra,
existen dos ejes actuales de conflicto: el resurgimiento del sindicalismo y las
luchas ambientales y por los recursos naturales.
Ambas luchas reivindicativas tienen que
ver con las condiciones políticas y económicas del modelo kirchnerista; en el
plano sindical acompañadas por una “militancia de base, así como una
diversificación de la ideología en la dirigencia”[11]
En el plano de las luchas ambientales,
la Argentina no tiene una larga tradición de lucha ni de movimientos
ambientalistas, a partir de 2001 en distintas localidades del país la pelea
pasa por impugnar el extractivismo.
En general, estos espacios de lucha son
organizados por asambleas ambientales o
ciudadanas y se orientan, más que nada, a dar a publicidad los casos de
depredación o contaminación.
Como ejemplo emblemático se puede
mencionar la asamblea ambiental de Gualeguaychú, movimiento importante que
impugnaba la creación de las pasteras en el país vecino, Uruguay; las luchas
fueron conocidas por todo el país, llegó a involucrar a los dos gobierno y
llegó al tribunal de la haya.
Palabras finales.
Para finalizar, podemos retomar el
subtítulo del libro de Sebastián Pereyra. Entre la democracia y el
neoliberalismo se fue transformando la organización y movilización social en
nuestro país. Repasando los distintos actores sociales por los que atraviesa el
trabajo, podemos decir que en estos últimos 30 años, la revalorización de
conceptos tales como Ciudadanía, Derechos Humanos, Participación han recobrado
importancia a la hora de movilizarse para reclamar al Estado
Las transformaciones en el mundo del
trabajo y en la sociedad en general motivaron el surgimiento de nuevos actores
sociales y nuevas metodologías de acción. . Entonces, a futuro, “la crítica y
la denuncia de toda forma de representación es un problema con el que tienen
que lidiar los actores colectivos en la actualidad.”
En definitiva, “el mundo del trabajo ya
no es el ámbito exclusivo a partir del cual se organizan los actores
movilizados.” [12]
[1] Pag. 103
[2] CURSO A DISTANCIA
"Argentina: de la dictadura
militar a la crisis, 1976-2001.
Una mirada desde la historia
económica"
Segundo cuatrimestre de 2007
Autoras del módulo: Eugenia Aruguete
y Victoria Basualdo
[4] Pag. 45
[5] Pag. 46
[6] Pag. 57
[7] Pag. 74
[8] Pag. 92
[9] Pag. 92
[10] Pag 93
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