miércoles, 29 de mayo de 2024

“El estado (anarco-capitalista) soy yo”

Me escribe un amigo español asombradísimo para preguntarme si es cierto que los argentinos y las argentinas hemos votado para presidente a un personaje tan peligroso como Javier Milei.
 
La reciente pelea del presidente argentino Javier Milei contra el presidente español Pedro Sánchez es una muestra de la destrucción de la política que pretenden los ultraderechistas como método de expresión y organización de las sociedades.
Por el contrario, los libertarios procuran que todo sea regulado por el “dios mercado”. Una ilusión que hasta los propios creadores del mercado saben que es imposible.

Un poco de historia

La historia de la humanidad se fue configurando con el paso de los siglos hasta llegar al ordenamiento actual. Desde los inicios de la humanidad, las personas se agruparon para sobrevivir. Primero para cazar y recolectar. Después vieron que esa grupalidad les favorecía contra los peligros de los depredadores. También lo hicieron para apoyarse mutuamente, compartieron los recursos, lo emocional y fueron construyendo una forma de vida y expresión, una cultura que, en muchos casos, se sigue desarrollando hasta la actualidad.

El paso del tiempo hizo que los grupos de personas fueran encontrando distintos niveles de organización social que, como diría Engels, primero fue la familia, luego las gens y finalmente el Estado. Así se fueron consolidando aquello que llamamos sociedades humanas.

Esto pretende destruir Milei. Similar a la idea thatcherista de “la sociedad no existe”, para ellos solo hay individuos, familias y empresas. Detestan la idea de sociedad.

Dicen algunos estudios que lo primero que se menciona como Estado hacia fines de la Edad Media y principios de la Modernidad es el “estado de ánimo del soberano”. Esto quería decir que, muchas veces, la política de un Estado dependía del “estado” de ánimo del gobernante. Por eso no es casual encontrar en Milei acciones guiadas por su animosidad, sobre todo en las redes sociales.

Los señores feudales (la nobleza) fueron “cediendo” su soberanía sobre los territorios al soberano (un noble como ellos) a cambio de seguridad. Así los nobles fueron garantizando su poder como clase, mientras que las clases populares fueron despojadas de sus medios de vida. De la misma manera, el plan de gobierno de Milei apunta a una tremenda transferencia de recursos desde las clases populares hacia las clases propietarias.

En ese proceso se dieron dos operaciones políticas claves para la historia del capitalismo: por un lado, se crean las monarquías absolutas (con matices según las regiones) y por el otro, la desposesión de las clases populares que solo quedarán con su fuerza de trabajo para venderla en el mercado.

Las monarquías absolutistas van a controlar el poder interno, pero sobre todo les interesa expandir su dominio a otros territorios para ampliar sus mercados.

Para eso los reyes crean dos instituciones centrales: el ejército y la diplomacia.

El ejército, que era financiado por los recién creados impuestos, permitía sofocar cualquier rebelión interna y era utilizado para conquistar otros territorios. Mientras que la diplomacia era crucial para consolidar el poder y buscar nuevos mercados, pero también podrían determinar una guerra si había un conflicto entre soberanos.

En definitiva, el soberano absolutista tenía todo el poder político, el control sobre las tierras y cobraba impuestos. Al mismo tiempo creó un ejército y la diplomacia para ampliar y defender sus intereses que, muchas veces, los hacían coincidir con los intereses del reino. Habría que ver exactamente qué entiende Javier Milei por diplomacia e intereses nacionales.

 

La creación de los Estados-Nación

La creación de los Estados-Nación fue un proceso largo que podríamos remontar a la paz de Westfalia (1648). Este tratado puso fin a varias décadas de guerra en Europa y sentó las bases del concepto de soberanía nacional basado en la integridad de un territorio determinado.

Esa forma organizacional fue la base de la división posterior en países y se fueron construyendo a base de tres elementos: el territorio defendido por un ejército, la diplomacia con sus embajadores y la clase capitalista con sus empresas que pretenden insertarse en el mercado internacional. Con estas tres patas, sumado a la rapiña de las grandes potencias y las sucesivas guerras mundiales, se fue organizando lo que el sociólogo Imannuel Wallerstein denominó el sistema mundo: anexar todas las partes del mundo a un único mercado capitalista mundial.

 

Revolución Francesa y después

El ordenamiento político de gobiernos nacionales, como lo conocemos actualmente, puede remontarse a la Revolución Francesa (1789), a la revolución norteamericana (1776) y a las revoluciones liberales del siglo XIX en Europa. Éstas le fueron dando forma a los tipos de gobiernos democráticos liberales, republicanos y capitalistas que conocemos hoy. Cada país se fue independizando de su metrópoli y fue consolidando una forma de Estado-Nación sujeto al capitalismo mundial, con sus diversos grados de desarrollo y dependencia.

De todas formas, para participar del concierto mundial, lo que importaba era incorporarse a “la división internacional del trabajo” que determinaba el lugar de cada país en el mercado capitalista global y su invariabilidad significaría el grado de desarrollo socioeconómico de cada uno de los países. La Argentina construyó un capitalismo de carácter agroexportador bajo la órbita del imperio británico.

 

La pelea DE Milei CONTRA Sánchez

La pelea “DE Milei CONTRA Sánchez” es la pelea de un fantoche reaccionario contra un orden mundial que no comprende. El discurso en Davos fue una muestra de ello. En su demencia teórica cree representar a un actor homogéneo –occidente- en la pelea contra un enemigo común –el comunismo-. Pero lo que busca en el fondo, con personalidad violenta y antidemocrática, es quedar en la historia como el primer presidente anarco-capitalista.

Todas sus discusiones y peleas contra los presidentes de otros países; sus posicionamientos internos; el uso de decretos; sus protocolos represivos; su insensibilidad social; su negación del terrorismo de estado; su estilo fanático, acusatorio, misógino y el uso del aparato del Estado para provocar, acusar y violentar a los ciudadanos; deben ser leídos como un todo. Sus mal llamados exabruptos contra líderes del mundo (Brasil, China, Venezuela, etc) en otra época podrían habernos llevado a la guerra. 

El mundo vive en un capitalismo global, más o menos regulado por leyes nacionales y supranacionales aunque varias de ellas no sean de nuestro agrado.

Pero Milei pretende cambiar el orden mundial para adecuarlo a su ideal de capitalismo anárquico sin otro control que las leyes del mercado extremo e individualista.

Este (des)orden profundizará la creciente concentración de riquezas en cada vez menos manos y, al mismo tiempo, la expulsión de millones de seres humanos que pasarán a engrosar la lista de “muertos de hambre”

En necesario frenar esta locura, reconocer el error que significó haber elegido a una persona como Milei y hacerle llegar a mi amigo español y a todos los pueblos del mundo un gran “NO EN NUESTRO NOMBRE”.

 

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