jueves, 14 de septiembre de 2017

Si esta es la “secundaria del futuro”, el problema no es la secundaria, sino el futuro.

Por Luis Klejzer

Ya son 20 los colegios secundarios que están tomados por los estudiantes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Dicen pelear por una Educación pública, gratuita y de calidad. Dicen no haber sido consultados por las autoridades del ministerio de educación de la Ciudad que está impulsando una modificación de la escuela. Es más, aún no terminó de implementarse la Nueva Escuela Secundaria, conocida como la NES, que ya impulsan un nuevo proyecto. Es decir, todavía no pueden saberse los resultados de esa reforma que ya la considerarían fracasada.
Creo que es necesario que pasen varios años para ver los resultados de estas experiencias.
La nueva reforma es denominada “la secundaria del Futuro”. En los power point que se distribuyeron solo se dice que hay ideas sueltas pero con la clara intención de implementarla desde marzo del 2018.
Las propuestas más fuertes de la nueva reforma educativa tienen más de “empresa” que de “escuela”. Una clara confusión que arrastra el gobierno del PRO desde que se hizo cargo del gobierno en la ciudad allá por 2007 y que acompaña un proceso de precarización y explotación de los adolescentes y docentes. No está demás decir que el gobierno actual se compone de muchos personajes que vienen de la iniciativa privada. Incluso, recibidos en universidades empresarias y religiosas. Desde que asumieron han mostrado una clara intención de manejar el sistema educativo como si fuera una empresa…sus empresas.
Bajo preconceptos como “inserción laboral” o “fracaso escolar” se pretende destinar el último año de la escuela para hacer pasantías en empresas.
Hay algunas cosas que se pueden criticar de esta propuesta. En primer lugar la reforma es no ha sido sometida al debate con la comunidad educativa (docentes, estudiantes, padres) y así no se puede proyectar nada. Rara manera de proceder tiene el “gobierno del diálogo” y que supuestamente vino a “unir a los argentinos”. En segundo lugar habría que preguntarse a qué empresas piensan convocar para este proyecto. Bajo cuáles condiciones. Cuáles son los beneficios de meter a los pibes en una empresa o fábrica en lugar de la escuela. Bajo qué leyes laborales; con qué seguro contará el estudiante/pasante y además, quién nos garantiza que esta idea no sea acompañada de la flexibilidad laboral como sucedió en los ´90.
Por otra parte, qué sucederá con los puestos de trabajo de los profesores que ya no cubran esas horas. Quién garantiza que se distribuyan las horas. Ya tuvimos la experiencia de los cierres de cursos y de la precarización de la profesión docente. Sin dudas aquí también es un problema la falta de diálogo.
Otra de las ideas conflictivas es la incorporación de créditos en reemplazo de las calificaciones. A pesar de no conocer en extenso la idea, desde ya uno se pone a pensar que reemplazar las viejas calificaciones por créditos como en los videojuegos es una torpeza. En lugar de discutir los estímulos materiales o morales los cambiamos por créditos que se acumulan en función de objetivos. La vida de los adolescentes no son vidas de videojuegos, con cada contenido que se dicta en el aula el chico se juega la vida, y no es lo mismo sumarlos o no. Es decir, los contenidos fueron pensados para ser aprendidos no acumulados como las vidas de los videojuegos que siempre termina en un game over.
Y finalmente tendríamos que ver quién sale ganando en esta nueva asociación entre Estado y empresas liderado por un gobierno neoliberal. La educación tiene que apuntar a muchas otras cosas y no solo a lo laboral. La poesía, la música, el arte, el deporte y otras disciplinas son tan necesarias como aprender a manejar una computadora o fabricar cerveza.
Solo fuera del aula pudo haber sido pensada esta propuesta. O en algún focus group con doñas Rosas que consumen TN o Intratables. Los pibes tienen cientos de iniciativas que deben ser alentadas, de esa manera, se los puede motivar mucho más que mandándolo a reemplazar a un operario. 
En conclusión, la nueva secundaria tiene mucho de lo viejo, sobre todo de las políticas educativas de los años ´60 y ´90, autoritarismo y precariedad, donde los estudiantes no son consultados, los padres responsabilizados y los docentes excluidos.


domingo, 10 de septiembre de 2017

La toma de los colegios secundarios. Entre el sentido del "fracaso escolar" y el de propiedad

Hace 12 años que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires está gobernada por una alianza de conservadores políticos y neoliberales económicos. Mucho antes de ser presidente, Mauricio Macri comenzó su gestión “pública” en la Ciudad donde está emplazado el club que lo vio refugiarse cuando su propio padre lo excluyó de la gestión privada.
Todos recordamos que Macri surge como referente en oposición al mediocre Aníbal Ibarra. Hubo dos acontecimientos importantes que le abrieron el camino al boquense: el primero fue la “tragedia” de Cromañon . Esa muestra de la precariedad a la que se destinaba a la juventud y que marcó toda una época. La otra “manito” fue la división del espacio centroizquierda pensado por Néstor Kirchner. El entonces presidente fogoneó la interna entre Ibarra y Jorge Telerman y luego “pusieron” a Filmus que perdió (como siempre) por goleada. Una tragedia y una mala jugada entregaron a la derecha la Ciudad de Buenos Aires.
Desde que llegaron a la administración de la Ciudad, y mal que le pese a Natanson, el macrismo ejerció una privatización de lo público. Claro, no vendieron los hospitales y las escuelas como dice el sociólogo de Le Monde. Pero el aumento de la matrícula de la escuela privada y religiosa, sus millonarios subsidios, la reducción del presupuesto en las escuelas públicas que producen falta de puertas, de lamparitas, de techos que se caen; el vaciamiento material (tizas, borradores, papel higiénico), la unificación de cursos y cierre de grados, la falta de vacantes en inicial y media, el avance contra los maestros y un largo etcétera que conocemos muy bien los docentes, es una lenta pero sin pausa privatización.
Siempre con esa idea de una escuela al servicio de las empresas como respuesta a un escenario que ellos mismos generaron con sus políticas en los ´90 con el nombre de Menemismo. La desocupación, la modificación de la estructura social derivada de aquella, generó esta nueva idea de que “los jóvenes requieren otra educación”. Más enciclopédica, menos científica, con menos Historia y más precariedad y pasantías gratuitas en función de las necesidades de las empresas. (Ejemplo de esto son los empleos y contratos basura de los ´90 y que ahora se hacen en Mc Donals). La CEOcracia cree que la educación sólo sirve para responder a las necesidades de las empresas. Una de las reformas que impulsan son las pasantías en empresas el último año. Algo así como la reforma de los ´90 cuando se propuso las pasantías de estudiantes universitarios para reemplazar a personal calificado despedido con la flexibilidad laboral. La “reforma del futuro” es más bien una vuelta al pasado.
La vieja Ley Federal de Educación, que impulsaba estas primeras líneas de privatización de lo público (como hicieron con todas las propiedades del Estado), derivaron en la provincialización y municipalización del sistema escolar, que generó una desorganización y diferenciación a escala nacional de la educación; una transferencia millonaria de recursos de lo público a lo privado; un sistema educativo desigual con 6 años en unas provincias y 5 en otras; en fin, la reforma de Menem hizo del ministerio de educación un edificio lleno de escritorios pero vacío de escuelas.
Entonces, hace 12 años que el macrismo gobierna la Ciudad de Buenos Aires. Ya sabemos muy bien de qué se trata el proyecto educativo del gobierno de la ciudad que ahora gobierna también la Nación y la principal provincia. Nada nuevo. A nivel nacional están impulsando las mismas líneas privatistas; un deja vu.

Público, de todos; privado, particular
En estos días estamos viviendo una nueva ola de tomas de colegios. Una nueva generación de estudiantes que asumen una nueva lucha contra las reformas que intentan los neoliberales de la Ciudad de Buenos Aires pero que cuentan con el aval de la mayoría de la población. No se puede despegar esta lucha estudiantil de la coyuntura electoral, donde la mitad de la población, sí la mitad de la población que vive en la Ciudad han apoyado el proceso privatista. Sin querer exagerar, estas luchas estudiantiles son apoyadas por muchísima gente, integrantes de la comunidad educativa de la Ciudad, pero vapuleada por los de arriba, a través de los medios de comunicación y con todo el poder del Estado. (Incluido el poder judicial y las fuerzas policiales)
Sin embargo, lxs pibexs asumen la responsabilidad de pelear por lo que ellxs creen (y esto es así) que es su derecho: la Educación Pública. Mientras que los de afuera, lectores de Clarín y La Nación, aplaudidores de las privatizaciones noventistas, llamativamente, los acusan de no querer estudiar. Aquellos que votan al macrismo, y que muchos de ellos mandan a sus hijxs a las escuelas privadas y religiosas, acusan a lxs pibxs de la pública de no querer estudiar, de “caer” en las escuelas mal mantenidas, de ocupar las escuelas por deporte; en fin, le machacan a lxs pibxs el “fracaso escolar”. Sin dudas, estxs pibxs son las principales víctimas de las reformas truncas, de las reformas piloto, de las aulas contenedores, de la ausencia de vacantes, son las víctimas de las políticas económicas de los últimos 40 años.
Estando en las escuelas, practicando la democracia que los dirigentes políticos no practican, haciendo asambleas; también aprenden. Tomando sus escuelas, están haciendo lo que todos deberían hacer. La Escuela Pública es de todos. Es SU escuela también. Y en ese sentido, no se les puede acusar de “usurpación” como plantea el instructivo represivo y videlista del ministerio de Soledad Acuña. Defender la escuela y el sistema escolar, que todos creemos que es un fracaso, es un acto de heroísmo. NO defienden un dispositivo fracasado, defienden UN derecho: el derecho a estudiar. Encima están los reproductores de discursos vacíos y canallescos que desvían el debate estigmatizando a lxs pibxs en lugar de poner el foco en la dirigencia política que son los verdaderos destructores de la educación pública. Tomar una escuela, lejos de ser un hecho vandálico, es uno de los hechos más democráticos que existen. Lo toman, lo hacen más propio que todos nosotros que votamos a gobiernos que lo único que hicieron es destruir la educación pública. Viéndolo así, desde la acción decidida de lxs pibxs, más que “fracaso” es un triunfo.