domingo, 8 de abril de 2018

“Justicia cero” en Brasil


Suele decirse que la política es compleja. Y es verdad. Pero también hay cuestiones en política, donde la pasión es más importante que la razón. La acusación y el fallo condenatorio contra el ex presidente Lula, en Brasil, junto con la amenaza de la intervención militar, donde gobierna un hombre que solo tiene el 1% de aprobación después de un golpe institucional, es realmente indignante. 

A Lula lo escuché una sola vez en vivo. En Porto Alegre, cuando era el “eterno” candidato del Partido de los Trabajadores de Brasil. En realidad, nos acercamos al PT a través del MST. Sabíamos de su existencia, pero nos importaba lo que nos decían los compañeros sin tierra. Ellxs lo terminaron apoyando, aunque con muchas reservas.
El cortocircuito entre ellxs, tengo entendido, se dio debido a la ausencia de una verdadera reforma agraria; eso también nos alejó a nosotros del ex tornero mecánico, cuando fue elegido presidente.
Unos años más tarde, me di cuenta que la lucha de clases es mucho más compleja; sobre todo, cuando se pasa a la teoría a la acción.
Tengo muy claro que Lula ya no es el mismo que antes. Fui muy crítico de su programa de gobierno. Pero también entiendo que en política existe la relación de fuerzas y todas esas variables que impiden a los actores llevar adelante el programa de máxima. Sinceramente, no sé si Lula estaba a la izquierda de su propio gobierno, como Evo en el suyo o Correa en Ecuador.
Pero no tengo ninguna duda que Lula no es el representante del imperialismo para Brasil. Y si en algo se confundió el PT, estando en el gobierno, es la desmovilización popular que produjo (similar a la sucedida en otros países del continente) Eso, quizás, lo hace más limitado en su construcción, que cualquier otra medida antipopular que haya tomado. Porque ahora lo está sufriendo en carne propia. El poder se alcanza con organización y movilización. Pero se sostiene con la movilización de las masas. Como en Cuba.
El fallo que condena a Lula, no solo lo intenta sacar de la carrera presidencial, sino que atenta contra la democracia en América Latina.
Cuando en los 80 se hablaba de transiciones democráticas, lo que se hacía era cerrar el pasado dejando entrar el posmodernismo al debate político. Esto le abrió la puerta a la embestida neoliberal noventista y permitió recomponer la hegemonía política de la derecha, en un contexto de la caída del muro. Posteriormente se embarró la cancha con el debate sobre “cambiar al mundo sin tomar el poder”. Es decir, mientras la izquierdase enredaba en falsos debates, la derecha se estaba organizando para volver con todo. Luego vino el tiempo de los gobiernos más o menos progresistas de la región. Estos distribuyeron sin tocar las grandes ganancias, pero no les bastó. Hicieron su reaparición, en distintos países y con diverso uso de la fuerza, de acuerdo a la necesidad, para marcar la cancha.
Empezaron su nueva embestida por Honduras, siguieron con resultados dispares en Bolivia, Ecuador, Venezuela, Argentina y Brasil.
En fin, la detención de Lula es para aleccionar a la región. No es el hombre más de izquierda, pero es el más de izquierda que puede alterar los nuevos planes de la derecha continental. Es el tiempo de la derecha y te lo hacen saber, como sea. Si con la prensa alcanza, como en Argentina, listo. Pero si eso no alcanza, arman a la oposición y desabastecen, como en Venezuela.
En Brasil, parece que alcanza con el tribunal supremo de justicia. Y la derecha se encargó de impulsar el plan “justicia cero”.
Los trabajadores y el pueblo pobre brasilero, debe salir a las calles hasta revertir el fallo. Los trabajadores y el pueblo pobre latinoamericano, también.

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