martes, 21 de diciembre de 2021

Mis alumnxs nacieron después del 2001



Por Luis Klejzer

Para nadie es novedad que una de las variables más importantes para un profesor de historia es el tiempo. Existen tres categorías temporales en nuestra disciplina: el tiempo corto, el tiempo medio y el tiempo largo. El primero es el que habla del tiempo inmediato, el del acontecimiento, lo que sucedió en un momento determinado de la historia. El segundo es el que podríamos definir como el tiempo de un proceso concreto que dura algunos años. El tiempo que dura una coyuntura. Finalmente, el tiempo largo es el que dura mucho. Se le dice también el de las estructuras. En ese tiempo, decimos, las cosas no suelen cambiar o cambian muy poco.

Quiero proponer acá una reflexión que surge de mis clases de historia en la escuela media. Y lo quiero hacer desde los tres tiempos históricos nombrados.

 

El tiempo corto. El acontecimiento. El 19 y 20 de diciembre.

Mis alumnxs tienen todxs menos de 20 años. Por lo tanto, es imposible que hayan vivido las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001. Sin embargo, cuando un acontecimiento es muy importante, se suele decir, todos sabemos qué hacíamos o donde estábamos. Yo les cuento que aquel 19 y 20 de diciembre del 2001, yo estaba con mi moto, mi casco y mi morral cruzado trabajando de mensajero en el microcentro. Es decir, fui parte de esas jornadas porque trabajaba por ahí y me tocó estar en el lugar indicado en el momento exacto. Pero mis alumnxs no habían nacido. Entonces, cuando hoy tengo que enseñarles la crisis del 2001 hago un esfuerzo por separar memoria e historia. Sin embargo, Eric Hobsbawm decía que eso era difícil. Lo cierto es que, cuando hablo del 2001, se me cruzan experiencias personales que permiten, en cierta forma, respaldar algunos datos históricos.

 

El tiempo de la coyuntura.

Para explicar las jornadas del 19 y 20 de diciembre no puedo quedarme con el tiempo corto, necesito, por lo menos, el tiempo de la coyuntura. Para enseñar la crisis del 2001 necesito retrotraerme al inicio de la década neoliberal. La hiperinflación, los saqueos de mayo de 1989 y el adelantamiento del traspaso del mando de Raúl Alfonsín a Carlos Menem. Inmediatamente, tengo que enseñar el Consenso de Washington y las leyes de Reforma del Estado y la Convertibilidad. El desarrollo de ambas políticas económicas, sumadas a los superpoderes del presidente causaron un proceso constante de privatizaciones, desocupación, reformas laborales, aumento de la pobreza y la instalación de un sistema político corrupto. El cambio de gobierno de 1999 no mejoró nada, peor, profundizó la desocupación, la pobreza, la deuda externa y la desconfianza en la clase política. Entonces les digo a mis alumnxs que para comprender el 2001 hay que entender toda la década neoliberal de 1989/2001.

 

El tiempo largo. El de las estructuras y las mentalidades.

Entonces, para explicar la década del 1990, es necesario arrancar desde 1976. Como escriben Karina Forcinito y Victoria Basualdo, allí comienza un proceso de transformación económica neoliberal en nuestro país, lo que significó un cambio en el régimen de acumulación. El pasaje de un modelo industrialista a uno financiero-especulativo. Allí explico las causas de la dictadura cívico-militar, los planes económicos, la política del terrorismo de Estado que permitió aplicar esos planes y el inicio de un periodo de destrucción constante del aparato productivo, de las relaciones sociales, de las mentalidades. Entonces, para explicar las jornadas del 19 y 20 de diciembre en necesario comprender toda la película. No solo mirar una foto o un documental de 5 minutos en las redes.

 

El 2001 para mis alumnxs es como el Cordobazo para mí. Cuando yo iba al colegio me enseñaban la rebelión popular en Córdoba de la misma manera que yo enseño el 19 y 20. El Cordobazo (29 de mayo de 1969) me lo enseñaron como acontecimiento, pero también como coyuntura, es decir, dentro de la dictadura de Juan Carlos Onganía. Y, finalmente, me lo enseñaron en el tiempo más largo, es decir, desde 1955. Mis profesorxs me explicaron que en 1955 hubo un golpe de Estado y que, a través de la persecución, proscripción y represión del peronismo y del movimiento obrero en general, se inició un proceso de resistencia, no sin contradicciones, que, cuando confluyeron los obreros mejores pagos y sus hijxs universitarios en la capital cordobesa, sucedió el levantamiento popular más importante de la década que logró voltear, por lo menos, la dictadura de Onganía.

Después me enseñaron la radicalización política de la juventud, de lxs intelectuales y de lxs artistas. Me enseñaron el contexto latinoamericano con la revolución cubana y el contexto mundial de la guerra fría y los procesos de descolonización y lucha armada. En fin, esa historia de “lxs de abajo” que me enseñaron a mí, yo la aplico a mis alumnxs recuperando, como decía Rodolfo Walsh, esa continuidad de historias de luchas populares.

 

Diciembre del 2001 condensa las crisis y las historias de lucha de nuestro país. Allí confluyeron distintos actores que ya venían luchando por separado: trabajadorxs ocupadxs y desocupados, jubiladxs, docentes, ahorristas estafados y jóvenes víctimas del gatillo fácil. Esos días confluyeron en la calle la pobreza y la desesperación con la bronca y la solidaridad.

En definitiva, a mis estudiantes les explico que el 2001 expresa, de alguna manera, esa gran frase que dice “luchar, vencer, caerse; levantarse y volver a luchar hasta que se acabe la vida”. Pensándolo como trabajadorxs en el largo tiempo, podemos decir que hemos luchado, hemos perdido, pero nos hemos levantado y vuelto a luchar. Y de eso trata. De pensar la historia de largo plazo. Les explico que, a diferencia de los que nos quisieron hacer creer en los 90´s, la historia no terminó, existe mientras haya personas que se organicen para satisfacer sus necesidades. Y si estas no están satisfechas para todxs, no tengan dudas, que nuestro pueblo sabrá levantarse y luchar hasta que acabe la vida.

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