sábado, 21 de octubre de 2017

Escribimos con bronca, con indignación. Pero con conciencia de clase

 “…hay algo que se plantea: la exigencia a todo Joven Comunista es ser esencialmente humano, y ser tan humano que se acerque a lo mejor de lo humano. Que se desarrolle al máximo la sensibilidad para sentirse angustiado cuando se asesine un hombre en otro rincón del mundo y para sentirse entusiasmado cuando en algún rincón del mundo se alza una nueva bandera de libertad.” 
Che. (“Lo que debe ser un joven comunista”)
Por María Virginia Posas Zubiría y Luis Klejzer.
Apareció su cuerpo sin vida en el Río Chubut. Río arriba. A 300 metros de la represión de la gendarmería nacional el 1 de agosto del 2017. El Estado, el gobierno y Benetton son los responsables.

Escribimos con bronca. Porque Santiago era muy joven. Tan joven como Darío y Maxi aquel 26 de junio de 2002 cuando fueron asesinados por la represión del Estado. Ellos luchaban por trabajo y dignidad. Santiago luchaba por la dignidad de los pueblos originarios masacrados y saqueados por el Estado y sus cómplices.

Aquel 26 de junio el movimiento popular salió a la calle a pelear contra un gobierno que agravaba la crisis económica que estalló unos meses antes, con una fuerte devaluación a favor de las clases dominantes, que dejó como consecuencia más de la mitad de la población en la pobreza y la desesperación.
Ya se escribió mucho sobre los sucesos del Puente Pueyrredón y de cómo ese asesinato significó la caída del proyecto del Duhaldismo. Tuvieron que adelantar las elecciones y “buscar” una salida “política” pero dentro del sistema. De esa manera recuperar la legitimidad del orden liberal, barriendo con toda expresión del “que se vayan todos”. La clase dominante perdía más con una crisis orgánica y por eso firmaron un pacto de gobernabilidad que contempló ceder algunos derechos a cambio de reestructurar la dominación burguesa permitiendo reproducir las altas tasas de ganancia. Lo que vino después fue un proceso de disputa, con avances para los grandes empresarios, las exportadoras, los bancos y las mineras; incentivo a la inútil burguesía local; y algunas reivindicaciones para los trabajadores y el pueblo pobre. En fin, el kirchnerismo fue el fusible para la reestructuración institucional. Hoy, frente al asesinato alevoso de un pibe de 28 años a manos del Estado, se piensa más en las elecciones del domingo 22 que en pedir la renuncia de los responsables políticos y materiales. Desde Macri hasta el que apretó el gatillo.

Escribimos con indignación. Porque el día que aparece ese cuerpo sin vida coincide con un nuevo aniversario de la aparición del cuerpo sin vida de Luciano Arruga. Y porque el día que confirman su identidad, coincide con la fecha de Mariano Ferreyra. Y nos sentimos maltratados y basureaos por la clase política. Luciano no quiso robar para la policía, defendió su dignidad y lo desaparecieron y lo mataron. Mariano peleaba solidariamente contra la precarización laboral y lo mataron los patoteros en complicidad con las fuerzas represivas. Igual que a Santiago. Igual que los métodos de la dictadura que no dejan de usarse. Son los hijos de Videla y Camps. Nos indigna porque aquella crisis expresada con la consigna “que se vayan todos” se cierra, ahora, con una nueva elección donde los más votados vuelven a ser la derecha más reaccionaria.

Escribimos con conciencia de clase. Porque entendemos, nos damos cuenta, que cuando las clases populares quieren avanzar en sus derechos, aparece el peronismo como dique de contención. Esa fuerza política y socialmente multiforme que, bajo el lema de la justicia social reestructura la tasa de ganancia de la burguesía cediendo algunos derechos a los trabajadores. Eso fue el peronismo también en su fase kirchnerista. Y si aún desde el peronismo surgen sectores que pretenden avanzar un poco más, entonces aparece la derecha con sus millones y su revanchismo. Reprimiendo, desapareciendo, torturando y transfiriendo los recursos hacia los que más tienen, generando el disciplinamiento social y político necesario para volver a empezar.
El día después del asesinato de Darío y Maxi salimos masivamente bajo la lluvia a exigir la renuncia de Duhalde y tuvieron que llamar a elecciones. Pasaron 15 años de la “masacre de Avellaneda”. Fueron 15 años de intentar relegitimar un orden liberal perverso y asesino.

Entonces nos preguntamos: ¿qué quedó del “que se vayan todos”?, ¿Dónde quedó muestra dignidad frente al maltrato del Estado?, ¿En qué se transformaron nuestros sueños de un país mejor?, ¿Dónde están esos jóvenes que pedían dignidad y cambio social?, ¿Por qué no reacciona la sociedad ante tanta injusticia?, ¿Dónde quedó la democracia?

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