viernes, 15 de diciembre de 2017

El espacio público es el lugar de expresión del pueblo

"Vayan y llenen otra vez la plaza.
Es lo único que saben hacer”
(Facebook)
por Luis Klejzer
Lo que antecede es un comentario de los miles que se escriben en la red social Facebook. Pudo haber sido escrito en cualquiera de las redes que sirven más para pelear que para convencer a otro.
Pero este comentario me llevó a una reflexión. Hay quienes dicen que marchar siempre no sirve y mientras que otros sostienen que no hay que abandonar la calle. Creo que ambos tienen un poco de razón. Lo que no se puede negar es el derecho a la expresión popular.
Hace unos años se le decía “marchódromo” al hacer manifestaciones permanentemente; algunos eran más críticos y le decían el “luchismo”, porque no se daban el tiempo para organizarse políticamente.

Pero también se puede notar, a veces, cierta desmovilización por parte de aquellos que, teniendo la capacidad de sumar masivamente, no lo hacen con la excusa de que “no se puede estar siempre movilizados”.
Más allá de la postura de cada unx, me interesa plantear que ningún acontecimiento importante se dio sin la movilización popular. Y sobran los ejemplos, desde la ideología que los mire.
Sin dudas aprendimos el cuentito de la revolución de mayo con la gente concentrada en la plaza pidiendo saber de qué se trata. Pero ya en el siglo XX podemos notar que las fechas memorables son aquellas en las que el pueblo estaba en la calle. Incluso aquellos que ponen el parlamento por encima de la movilización, encontrarán que, en algún momento del debate, la gente ocupó el espacio público.
Ya en el año 1909 encontramos la Semana Roja donde la clase trabajadora estuvo movilizada el primero de mayo por reivindicaciones laborales y salariales. La Semana Trágica de 1919 con sus respectivas jornadas de enfrentamiento callejero debido a la huelga de los talleres Vassena. Las leyes obreras como la jornada laboral de 8 horas no pudieron haberse logrado sin la organización y movilización de la clase trabajadora. Para no abundar con ejemplos conocidos, podemos llegarnos hasta el 17 de octubre de 1945. Esa inmensa movilización del “subsuelo de la patria sublevada” dio nacimiento, nada menos, que al movimiento peronista. Allí se abre una etapa que encontrará a la sociedad movilizada permanentemente. El pueblo movilizado desde arriba por el Estado, y desde abajo en tiempos de dictadura o semidemocracias forjaron, primero la resistencia y luego la ofensiva contra los planes de estabilización de los gobiernos que prometían “pasar el invierno” o aceptar mansamente las “inversiones directas extranjeras”. Más tarde llegaron el Devotazo, Ezeiza, con emboscada incluida y el Rodrigazo de junio de 1975. Después vinieron las marchas contra la dictadura genocida, aquellas de la CGT, de la cual nadie se olvida la fecha 30 de marzo (si hasta es recordada por su marcha inmediatamente posterior del 2 de abril). También se movilizó la multipartidaria a finales de la dictadura. Pero sin dudas, la ronda de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo son el ejemplo vivo de una metodología que marca el camino: la única lucha que se pierde es la que se abandona.
Ya en tiempos de democracia formal tenemos fechas emblemáticas donde el pueblo estuvo movilizado. Ahí es donde debemos repensar la democracia que tenemos. El pueblo movilizado no siempre es escuchado por los partidos del régimen y la mayoría de las veces es reprimido. Sin embargo, la dignidad de un pueblo movilizado contrasta con los que son recordados por la traición.  
Lo que sigue es una seguidilla de ejemplos que quedaron en la memoria colectiva y que forjaron un pueblo que nunca más dejará las calles. Un pueblo que aprendió a estar atento y presente. 
La “semana santa” carapintada fue ejemplo de una gran movilización popular en defensa de un sistema político. Si bien el poder político cedió ante los golpistas, también se demostró que no había posibilidad de ir para atrás en la historia. La respuesta de Alfonsín fue el principio del fin de su gobierno. Pero la participación popular fue tan importante que la historia le dejó un lugarcito y ya no se habla solo de planteos entre políticos y militares. Luego vino la histórica huelga docente del ´88 con su “hermana mayor” la carpa blanca. Esas grandes jornadas que mostraron la dignidad docente. Luego ya durante el Menemato las plazas del NO –al indulto- que simbolizan la lucha de un pueblo por Memoria, Verdad y Justicia.
Las movilizaciones contra la impunidad vinieron para quedarse: Bulacio, Cabezas, Bru y Cromañon, etc.
Las movilizaciones en defensa de las libertades democráticas: todos los 24 de marzo decenas de miles de personas salen a la calle en recuerdo de los 30 mil detenidos desaparecidos, las marchas de la resistencia de cada diciembre y la histórica contra el siniestro 2x1 de abril último.
Las movilizaciones por trabajo y dignidad: las puebladas de Salta y Neuquén; el 2 de diciembre de 2001, el 26 de junio de 2002 y la masacre del puente Pueyrredón, y las de San Cayetano.
Las marchas por reivindicaciones sectoriales: ni una menos, jubilados, maestros, estudiantes, antirrepresivas etc.
Pero sin dudas, las que quedaron grabadas en el ADN de nuestro país son las históricas jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. Esa rebelión popular que dio inicio a un nuevo ciclo de luchas y bautizó a miles y miles de militantes jóvenes que mantendrán la llama de la movilización y la resistencia a este nuevo ciclo de avanzada neoliberal en el continente.

Sin dejar de recordar a los mártires que tiene nuestro pueblo, quiero finalizar expresando que se puede ganar o perder a pesar de la movilización popular, pero lo que no puede suceder es que el pueblo deje de expresarse. Y el espacio público es el lugar del pueblo, allí se expresan sus reivindicaciones, sus tristezas; pero también sus alegrías. 

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